Un sofá o un banco bien ubicado en un museo puede cambiar tu aspecto de lo que estás viendo, transformar la dinámica social de los que te rodean y alterar drásticamente la experiencia del edificio en el que te encuentras. Sentarse, en un museo, puede ser un acto casi radical: un rechazo a fluir junto a la multitud distraída, pasando ociosamente por el arte como si únicamente fuera una corriente más de tentación visual en un mundo visualmente saturado. Una buena idea consiste en comprometerse con la profundidad, no con la amplitud. Es decir, ver más al ver menos.
Un sofá bien colocado, ni muy cerca ni demasiado lejos, ayuda a que la pintura o la escultura sea legible. Uno de los mejores bancos está en el Museo de Arte Walters, en Baltimore. Uno se coloca en un asiento de madera, muy bien acolchado, justo enfrente de la Ciudad Ideal, de Fra Carnevale, una obra del siglo XV que muestra una ciudad idealizada con una rigurosa geometría. El vacío de este austero espacio urbano se extiende hasta incluir el banco mismo. El Museo Walters tiende a ofrecer a los visitantes unos asientos que están directamente relacionados con las mejores y más importantes obras. La colocación de esos asientos hace que los visitantes se aglomeren frente a las obras más destacadas.
Lo mismo pasa en la Colección Phillips donde hay un lugar enfrente de la obra Luncheon of the Boating Party. Este es un lugar perfecto para sentarse aunque es muy codiciado. Un banco mucho mejor se encuentra en la sala Rothko del museo, es un sitio complicado para colocar asientos porque es muy pequeño. Si te sientas allí, la habitación parece estar completamente ocupada y otros visitantes tienden a no entrar hasta que te vas.
Los espacios más grandes en la Galería Nacional de Arte le dan a ese museo más flexibilidad cuando se trata de incluir sofás y bancos. Uno de lo más visitados está en las galerías francesas, frente a The Old Musician, de Manet. El otro deleite está en la pintura misma. El autor ha creado una poderosa ilusión con los ojos del personaje pintado que parece que siempre está mirándote fijamente.
La Galería Nacional ofrece dos tipos de asientos: uno de lujo y otro de penitencia. Las sillas de jardín acolchadas en los patios iluminados por el sol y los coloridos sofás pertenecen a la primera clasificación. Los bancos de piedra tallada pertenecen al otro. La sesión penitencial, sin embargo, puede tener sus propias virtudes. Un banco de madera en las galerías góticas italianas está situado frente al Madonna Enthroned, de Agnolo Gaddi. En esa obra dos santos parecen mirar a una escéptica Virgen. El banco tiene una decoración eclesiástica por lo que un asiento más cómodo relajaría tu postura y, por lo tanto, tu relación con la imagen no sería tan dura.
FUENTE: washingtonpost.com
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