El pasado lunes, 21 de agosto, ocurrieron dos acontecimientos históricos. El primero, fue el cumpleaños de mi adorada mamá y el segundo, el eclipse total de sol. En Estados Unidos, la fiebre del eclipse—el cual cruzó 14 estados desde la costa oeste hasta la del este—paralizó la vida de los norteamericanos.
En mi ciudad, el único efecto del suceso astronómico fueron las lluvias torrenciales que nublaron el firmamento, dejando con los crespos hechos a más de un fanático. ¡Menos mal no caí en la trampa de comprar las gafas especiales de $40 dólares!
De todos los memes que vi ayer en las redes sociales, mi favorito fue la foto de un hombre con unas gafas comunes de sol, forradas con una bolsa plástica negra que decía “Listo para ver el eclipse”. Pero sin duda, la mejor imagen alusiva al evento fue la caricatura de Matador en el periódico El Tiempo:
Luego de ver la caricatura, leí el titular del artículo que estaba al lado sobre el reporte de la DEA en referencia al crecimiento incontrolable de los cultivos de coca en Colombia. Según el informe, entre 2013 y 2016, el número de hectáreas sembradas pasó de 80.500 a 188.000, lo que equivale a un incremento del 134%.
También, según las muestras colectadas por el programa CPS (Cocaine Signature Program por sus siglas en inglés) de la DEA, el 92% de la coca incautada en Estados Unidos es procedente de nuestro país, comparado con 6% de Perú y 2% de otros países.
Sin embargo, el dato del reporte que más me llamó la atención, es el referente a la pureza del producto de exportación. Entre 2007 y 2016 el promedio de la pureza se ha mantenido entre el 73 y 83%. En otras palabras, la calidad de la coca colombiana es tan alta, que ésta potencializa una cosecha multiplicando el producto para ser rendido antes de que llegue a las calles de Estados Unidos y Europa.
Al leer esta noticia sentí una tristeza indescriptible. Llevo 12 años fuera de mi país y Colombia nuevamente ocupa los titulares de los medios mundiales al lado de la palabra “coca”. La imagen negativa que los colombianos honrados y trabajadores llevamos batallando por décadas, dentro y fuera del país, parece un tatuaje imposible de borrar, y lo que es peor, los responsables no solo son los narcotraficantes, sino la epidemia de la corrupción en Colombia.
Hace poco vi un video en Facebook que mostraba las imágenes de una escuelita en el Chocó. La estructura se mantenía en pie por medio de unos palos, no tenía paredes, el techo era de paja y el piso era la misma tierra. No había pizarra y mucho menos pupitres.
Los impuestos que en su momento estaban destinados para la construcción y dotación de esa escuelita, seguramente se quedaron en el bolsillo de algún funcionario público para pagar un soborno. Así, los niños que deberían haber aprendido a leer, escribir y a soñar con un futuro lleno de posibilidades, probablemente ya están taladrando árboles para sembrar más matas de coca.
Llevo gran parte de mi vida escuchando que Colombia no progresa por culpa de la guerra. No estoy de acuerdo. La madre de todos los males que afligen a mi país es la corrupción.
Como lo he dicho antes, la topografía Colombiana es majestuosa. La fertilidad de sus suelos y las condiciones climáticas garantizan la producción de las mejores variedades de productos como café, aguacate, palma de aceite, flores y demás. Por esta razón, no es extraño que el suelo colombiano produzca la coca más pura del mundo.
No obstante, el abandono sistemático y generalizado de las poblaciones apartadas por parte del gobierno, ha propiciado que un humilde campesino compare los beneficios de sembrar cultivos legales con los de sembrar las malas hierbas. La respuesta es una pregunta obvia.
¿Para qué estudiar o llevar una vida honrada? Las tierras del olvido no saben que hay una vida más allá del crimen. Viven en la oscuridad del eclipse eterno de la corrupción que en contraste con el del lunes pasado, no ha despejado ni lo hará por mucho tiempo.
Foto: elespectador.com
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