Las penas propias y las ajenas son a menudo incomprensibles. Sin embargo, ellas nos hablan de la magnitud de nuestra existencia. Si uno se queda en el silencio puede escuchar el sonido de su propia respiración; si se queda más en silencio aún puede oír incluso los latidos de su corazón, y el tiempo enseña al silencio a escuchar lo que viene de la pena de otro, más aún si repite. Tantos seres humanos que se expulsan la vida, gota a gota eligen no vivir.
Conversación con la pena
Decides, es
hora de partir.
tu pensamiento
elige
manzanas verdes de la rama
ciertas cosas se agitan
en el techo y sin velas
por la noche
la mano derecha en tus ojos
dice
guarda silencio
es una triste sensación amarilla
caminar con el dolor
de otra persona
y no saber qué hacer.
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