Comparando a Frida | La Nota Latina

Comparando a Frida

Mi visita al museo para apreciar la muestra
Mi visita al museo para apreciar la muestra

Una visita a la exhibición “Frida Kahlo y Diego Rivera” en el museo de arte NSU de Fort Lauderdale

 

Mientras estaba en la fila para comprar la entrada, una pareja salía de la exhibición comentando lo muy surrealista que eran las obras de Frida Kahlo. Era 28 de febrero y me encontraba en el NSU, Museo de Arte de Fort Lauderdale, donde recién se había inaugurado la exposición “Frida Kahlo y Diego Rivera”.

Estaba ansiosa de verla porque esta muestra reúne dos grandes colecciones, la de Jacques y Natasha Gelman de México y la de Stanley y Pearl Goodman de Fort Lauderdale. Prometía ser interesante. Sin duda lo fue.

Me quedé un rato pensando en las palabras que la pareja había dicho. Frida surrealista. André Breton también la consideró así cuando, en 1939, la invitó a exponer en Francia, y de esa manera la consideran la mayoría de las personas. Yo conozco su vida a fondo y el entorno en el que se movió, el surrealismo de Frida me parece su realidad. Ella pensaba igual.
Para tomar una decisión al respecto es útil visitar esta exhibición porque es un compendio de informaciones que pueden captarse en forma clara pero sutil, sobre lo que sentía Frida y sobre los sucesos de su vida.

La gran artista mexicana Frida Kahlo en todo su esplendor
La gran artista mexicana Frida Kahlo en todo su esplendor

Entre las obras que me llamaron la atención está un pequeño collage titulado “Chromofore, Auxochrome”. Aparentemente es un dibujo médico, si no se mira con atención no parece que hubiera intervención alguna por parte de la artista, sin embargo el pie está ligeramente desprendido del resto del cuerpo, referencia directa, y a la vez velada, sobre el accidente que sufrió en 1925 y que dañó a tal punto su pierna derecha que luego de muchos años tuvo que ser amputada. Por eso es que Frida no se consideraba una surrealista. Porque ella describía su mundo, su vida.

Si se analizan sus obras, más que un estado onírico, aparece en ellas el pesado equipaje de su subconsciente. Obras tan estremecedoras como “la columna rota” donde su espina vertebral aparece sustituida por una columna clásica, fracturada, y su cuerpo, lleno de clavos, enrejado en un corsé médico, son reflejos de una realidad con la que Frida tuvo que lidiar toda su vida. Tras su accidente, la artista tuvo que enfrentarse a 32 operaciones a lo largo de su existencia. El incidente mencionado también le arrebató la maternidad. En trabajos como “Henry Ford Hospital” expresa su dolor, su soledad y su vulnerabilidad ante el aborto espontaneo que sufrió. No fue el único. No logró tener hijos.

Escribió en su diario que por lo menos la pintura pudo aliviar ese dolor. Estas dos últimas obras no aparecen en la exposición, pero hay muchas en las que queda plasmado su dolor físico y su maternidad reprimida.
De las obras expuestas, una en particular me llamó la atención. No está entre las más famosas, tampoco es la favorita del público, sin embargo me pareció que en ella estaba retratada la otra cara de Frida, la que uno no ve, la que no iba a las manifestaciones, ni era tan liberal, ni mostraba esa personalidad fuerte. La obra se llama “La novia que se espanta de ver la vida abierta”. Es una agrupación de frutas en las que una lechuza se muestra en primer plano. Dos sandias y una lechosa aparecen cortadas dejando ver su interior y sus semillas. En el lado superior izquierdo, emerge una especie de muñeca vestida de novia, casi escondida y temerosa.

La novia que se espanta de ver la vida abierta
La novia que se espanta de ver la vida abierta

Me interesó tanto esta obra porque la relacioné enseguida con otra, más conocida, de Frida, “Viva la vida” en la que retrata otra naturaleza muerta. Esta última la pude admirar cuando fui a su casa de Coyoacán, en México, ahora Museo Frida Kahlo. Dicen que fue la última pintura de Frida y que ocho días antes de su muerte añadió las palabras “Viva la vida, Coyoacán, 1954, México” escritas sobre la pulpa roja de la fruta.

Probablemente no haya sido su última pintura, en sus últimos días estaba siempre sedada por la morfina, no hubiera podido pintar así. Poco antes de su muerte, quizás haya solo agregado esas palabras a una pintura ya terminada , como despedida a la vida. La comparación de las dos obras me pareció un libro abierto sobre la personalidad de la autora. Feminista, luchadora, creadora de su propia “marca” (con sus trenzas y lazos indígenas, sus vestidos coloridos y sus joyas precolombinas), con sus muchos amantes, hombres y mujeres, sus ideales políticos, sus esqueletos del día de los muertos colgados por la casa. Esta es la Frida de “Viva la vida”.

Luego está la Frida que se asoma apenas, la que llora porque es traicionada por su pareja, no con cualquier otra mujer, sino con su propia hermana. La que sufre de soledad en Estados Unidos y quiere regresar a país, la que desea un cuerpo sano y no lo tiene, la que se rodea de mascotas, sus monitos y sus perros, porque quiere tener un hijo entre los brazos y no puede. La que pinta su realidad, tan terrible, que para otros es surreal. Me pareció ver esta Frida en la exhibición de NSU Art Museum, en “La novia que se espanta de ver la vida abierta”.

 

La Obra de Diego

Como antítesis a todas estas introspecciones, a este mundo interior, aparecen al lado de las de Frida, las obras de Diego Rivera.

Ese contraste es otra de las cosas que más aprecié de la muestra. Ver dos mundos tan distintos relacionados. Bueno. Distintos lo eran incluso físicamente, él alto y mastodóntico, ella pequeña y delgada.

Las obras de Diego son de la vida “de afuera”, de las costumbres, de los trabajos, de la naturaleza, de la sensualidad, de lo que el cuerpo exprime con su forma, de lo que es visible, de lo que está frente a los ojos.
Así podemos ver la gente de su tierra, con sus facciones indígenas, sus pómulos alzados, sus ojos ligeramente almendrados. Figuras amplias, ensanchadas, podríamos decir, con ironía, que se ajustan a su talla. En sus obras, ya sean bocetos o grandes murales está la vida cotidiana, desde una indígena que transporta flores hasta los trabajadores de las fábricas. Ya sea que Rivera quiera difundir el mexicanismo o la revolución social, sus figuran permanecen en el contexto real y nunca llegan a una introspección. Me parecieron interesantes dos obras en particular aquí exhibidas. La primera es una serie de bocetos que antecedieron el trabajo de sus murales y la segunda es el retrato que le hiciera a la propietaria de una de estas dos colecciones, Natasha Glenman.

Los bocetos son muy didácticos. Poder ver como el artista organizaba sus espacios, como concebía las obras desde el primer comienzo es un privilegio que, ya de por sí, vale la visita al museo.

 

Quienes los acompañan

Del retrato de Natasha Glenman me cautivó como Rivera hizo un paralelismo visual entre la mujer, recostada sobre los cojines azules, y las flores, las calas, que tiene a su lado. En la parte izquierda de la obra, ambas, la mujer y las flores, describen una curva, mientras que en la parte derecha permanecen erectas. La parte inferior del vestido parece imitar la forma a embudo de las flores y las mismas piernas de la modelo asemejan el estigma amarillo de las calas. Creo que hacer una obra sensual llena de discreción es sumamente difícil, Rivera aquí lo logró. ¡Bravo!

Acompañan a Frida y a Diego, la obra de otros artistas compatriotas o que en algún momento vivieron en México: Leonora Carrington, David Siqueiros, José Clemente Orozco, Wolfgang Paalen, Rufino Tamayo, Alfredo Ramos Martínez y Remedios Varo. De esta última debo decir que me impresionó su cuadro en esta exhibición, “El Minotauro”. Es increíble como de un ser supuestamente aterrador, Remedios Varo supo sacar tanta gracia, transformando la mitológica figura en mujer y envolviéndola en una atmósfera mágica, llena de significado. En el fondo se puede vislumbrar la cerradura, mientras que la llave del labirinto aparece en la mano del Minotauro. Al público las conclusiones.
La exhibición estará en el museo hasta el 31 de mayo, a los que puedan ir, les aconsejo no perderla.

[blockquote style=”2″]Fechas: desde el 25 de febrero hasta el 31 de mayo 2015
Lugar: NSU Museo de Arte de Fort Lauderdale. One East Las Olas Blvd., Ft. Lauderdale, Fl. USA.
Precio de la entrada: $12, $8 seniors y militares, $5 estudiantes
Horario: de martes a sábados: 11 am – 5 pm; Domingos: 12 pm -5 pm; Lunes: cerrado.
Teléfono del museo: 954-525-5500[/blockquote]

Mila Hajjar
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