La presencia de la madre o de cuidados maternos son esenciales para la sobrevivencia del ser humano. La vitalidad e importancia de dichos cuidados es mayor, en la medida que el ser humano tiene menor edad. El proporcionar o no cuidados maternos de manera persistente y apropiada, determinará la salud emocional y psicológica del adulto.
La vital importancia del vínculo madre (o sustituta)-hijo, fue resaltada desde principios del siglo XX, por la corriente psicoanalítica y su principal representante Sigmund Freud, seguido por autores que inicialmente formados en esta corriente, desarrollaron explicaciones apartadas de esta propuesta, como es el caso de Donald Winnicot y John Bowlby. Sin embargo, aunque desde diferentes perspectivas teóricas, todos coincidieron en la perturbación, que un inadecuado vínculo con la figura materna produce en el hijo.
La figura materna es el primer y principal contacto humano que tiene el bebé. No solo depende para su alimentación, aseo y cuidado, sino que el contacto corporal con ella, expresado en caricias, besos y abrazos, así como la respuesta oportuna a sus necesidades fisiológicas, fundamentan la base para comenzar una construcción psíquica por parte del bebé, de un entorno que se manifiesta seguro y confiable. Se siembran las semillas del desarrollo de un apego seguro, tal como lo indican los planteamientos de Bowlby.
El apego o conexión emocional que se desarrolla con la figura de cuidados se extrapolará en un futuro cercano, a las relaciones con las personas de la misma edad, facilitará relaciones de compañerismo y amistad y en un futuro lejano, las relaciones de pareja.
En el contacto sucesivo del niño con su cuidadora, la atención e interacción que posee con ella en cuanto al estímulo y reconocimiento de sus avances evolutivos, generarán en este el inicio de la construcción de una imagen de sí mismo como ser capaz y eficiente, acompañado de la consiguiente autovaloración positiva. Autoconcepto y autoestima inician su construcción en esa relación cercana con la figura materna, para validarse posteriormente en su relación con el mundo exterior, particularmente cuando ingresa a la escuela.
Vale la pena hacer notar que se enfoca la atención en cómo influye positivamente la presencia materna, sin embargo, es de hacer notar que diferentes patologías se desprenden de la ausencia, la inestabilidad o la precaria dedicación que se le brinde a la labor materna. Por tanto, como madres somos pilar fundamental en el desarrollo emocional de nuestros hijos. Es un protagonismo que debemos tomar con total seriedad y conciencia.
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