Maximizar la productividad de un grupo de personas que se conjuntan para lograr un objetivo determinado es uno de los retos más desafiantes de los líderes actuales y del futuro. Si bien en otros tiempos primaba la visión jerárquica verticalizada para conducir los destinos de una organización; la innovante modernidad, el progreso de la tecnología y la amplitud en el manejo de la información imponen a las empresas de hoy la necesidad de incorporar otras modalidades de gestión para poder alcanzar sus metas.
A partir de los cambios implícitos en la forma como los consumidores y usuarios de productos y servicios obtienen lo que demandan para satisfacer sus necesidades, es imperativo que las organizaciones adopten estrategias conducentes a engranar las capacidades de sus integrantes, en favor de espacios colaborativos y sinérgicos que promuevan la efectividad y eficiencia operacional. Ahora bien, esto puede ser o no viable en la medida en que el supervisor, el gerente o el director cuente con las competencias requeridas para observar el cuadro completo y no una parte de este.
Cuando, por ejemplo, en una empresa se designa o contrata a un profesional para que implemente un programa de desarrollo comunitario en su área de influencia próxima, como eje de su responsabilidad social empresarial. Si esto se hace sin antes validar con los actores claves de la población sus necesidades, preocupaciones y/o posiciones con respecto a esta iniciativa corporativa, se está dejando de lado información vital para el éxito de la misma. Entonces, es muy probable en el mejor de los escenarios, que la inversión y el esfuerzo no conduzcan a lo planeado por el desconocimiento de la realidad local; aunque también es posible que el plan derive en conflictos entre las partes, dada la eventual contradicción de intereses, lo que haría insostenible la intervención. ¿Conoces situaciones en el seno de tu organización que ejemplifiquen lo anterior?
Los líderes de este siglo, entre otras competencias, requieren contar con una visión sistémica que les permita integrar distintos aspectos, internos y externos a la organización, que pueden influir en la toma de sus decisiones. Esta necesidad puede ser una oportunidad de mejora en el ámbito personal, por cuanto ni en las universidades ni en el contexto de la experiencia laboral se aprende a mirar el conjunto. Todo lo contrario, se enseña y se promueve la especialización en detrimento de la visión global, de la que puede obtenerse información interesante para el manejo de distintos factores claves relacionados con un área determinada.
Para “afinar” la mirada del líder, cuyas prioridades pueden estar centradas en elevar el compromiso de su equipo para contribuir con el rendimiento de su área y en consecuencia abonar a los resultados financieros de la organización, es necesario el acompañamiento profesional personalizado que facilite el cambio del observador, ampliando la perspectiva de su visión. Esto es factible en la medida en que los responsables del sistema comprenden que integrando el enfoque sistémico en su hacer, pueden percibir horizontes más vastos porque están posicionados en el lugar privilegiado para ello. En este sentido, el coaching ejecutivo puede aportar procesos de acompañamiento personalizados y grupales que agregan valor significativo.
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