En los actuales momentos cuando la naturaleza ha dado muestras de su poder destructor, evidenciado puntualmente en los terremotos que han impactado a México, por un lado, y el conjunto de huracanes que han dejado a islas del Caribe en una condición de devastación generalizada, conjuntamente con daños significativos en distintas ciudades de los Estados Unidos; se ha dado lugar a una respuesta humana de ayuda masiva hacia aquellos que han experimentado enormes pérdidas, comportamiento denominado SOLIDARIDAD.
La solidaridad es esa necesidad de ayudar a otro, que sabemos se encuentra en problemas, y que la expresamos en comportamientos específicos que poseen como intención, solventar en parte, el problema que aqueja al otro, no teniendo más interés que ése.
Podríamos hablar de una solidaridad a gran escala, cuando en situaciones como las actuales, se conjugan esfuerzos para ayudar a las personas de los países en situación de tragedia nacional. Vemos como socialmente nos movilizamos y detrás de cada persona, una familia, porque cuando por lo menos existe un miembro involucrado en estas labores, los demás miembros se ven involucrados o influenciados por dicho compromiso. Y es que la solidaridad es vacía, si es solo palabra. Es pose social, falsedad, sino combina disposición motivacional y acción.
La solidaridad social es una característica que rige las interacciones humanas, lo hace tanto en las grandes crisis, como las producidas por desastres naturales, así como en las necesidades humanas de la vida social cotidiana. Es en esa solidaridad cotidiana donde está incluida la solidaridad familiar; porque es nuevamente la familia, el espacio donde nace y se desarrolla esta característica humana.
Esta solidaridad hacia adentro, como es la solidaridad familiar, es definida por Mora (2006) como aquellos acuerdos de ayuda mutua, que se establecen dentro de la dinámica familiar, pudiendo tener carácter de norma. Estos acuerdos son de varios tipos, sin embargo, los que mayormente se relacionan con la solidaridad, como la concebimos o practicamos, es la que Bengtson y Roberts (1991, citados por Mora, 2006) denominan como “solidaridad funcional”.
La misma se expresa en una tendencia voluntaria de dar y recibir ayuda entre miembros del grupo familiar; ayuda que puede ser continua o intermitente, de tipo material, económico o asistencial (cuidado de personas o apoyo doméstico), muchas veces relacionada con el apoyo mutuo, según los autores.
Si bien la solidaridad es una expresión voluntaria en el adulto, en el niño en formación es una característica que, si bien puede expresarse de manera espontánea, es mayoritariamente estimulada por las personas que le rodean y las situaciones que la promueven. Pudiese parecer contradictoria mi expresión de ser formada en la familia, pero a la vez ser una característica natural en el niño o niña; paso a aclarar.
¿Cuándo vemos manifestaciones espontáneas de ayuda de nuestros hijos? Probablemente muchas dentro del ámbito familiar. Para mí la más emblemática, evidente y que ustedes y yo hemos sido testigos, ya que se desarrolla fuera de las paredes del hogar, es aquella cuando el niño/niña en el carrito de supermercado, una vez que se llega a la caja registradora, inmediatamente busca igualmente colocar objetos en la cinta de transportación. Y según su experiencia, ¿Cuál ha sido mayoritariamente la reacción de los adultos que le acompañan?
Mas allá de cuál sea su vivencia o la mía al respecto, lo importante de dicha situación, es la valiosa oportunidad para reforzar el comportamiento, espontáneamente solidario, que el niño o niña realiza y que, aunque no lo conoce o ni siquiera denomina como solidaridad, fortalece esa incipiente intención de ayuda y apoyo al otro. Como ésa, son muchas las oportunidades que tenemos en la familia de estimular o fomentar este comportamiento, siendo ideal hacerlo, mientras los niños sean más pequeños, aliándonos bien sea con su curiosidad, deseos de dar su “aporte” o natural deseo de ayuda.
Lo que pretendo resaltar es que es ideal fortalecer esa inicial característica, pues posteriormente, los acuerdos de cooperación en el hogar serán mucho más sencillos de establecer, ya que los hijos le verán como parte de una expresión que naturalmente han ejecutado. Comencemos desde temprano, cuando la solidaridad se muestra como una expresión espontánea para que luego, no tengamos que caer en la esfera de las imposiciones o reglas externamente impuestas.
Al reforzar los comportamientos naturales, no sólo se facilitarán los acuerdos de ayuda dentro del hogar, sino que afinará en el hijo o la hija, esa capacidad de atención e interés en lo que pueda el otro necesitar, estimulando el sentido de fraternidad y compromiso, posteriormente extensible, al resto de sus congéneres humanos.
Mora, M. Berta (2006). Solidaridad familiar y resiliencia. Documentos de Trabajo Social. Revista de Trabajo Social y Acción Social, No. 51. Colegio Profesional de Trabajo Social de Málaga. Málaga-España.
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Excelente mensaje en tiempos dificiles, pero de Esperanza
Nos alegra muchisimo que este articulo le haya servido. Esa es la idea. Pronto publicaremos la segunda parte.