¿Cómo es vivir con un hijo adolescente? | La Nota Latina

¿Cómo es vivir con un hijo adolescente?

 

Nuestros hijos pasan de ser niños con un pensamiento mágico y dócil a ser adultos con criterio propio y juicio crítico sustentado. Ese cambio se evidencia definitivamente al comienzo de la adolescencia y muchas veces nos hace pensar que desconocemos a nuestros hijos, y lo que es peor, que vivimos con un extraño.

Para llegar a ese adulto consolidado, el ser humano atraviesa una etapa donde los cambios en su comportamiento y emociones están directamente relacionados con lo que piensa, es decir, con su área cognitiva, con su pensamiento. Pero, ¿qué pasa en el pensamiento de nuestros adorables hijos, ahora convertidos en seres tan diferentes?

Jean Piaget (1896–1980) fue un psicólogo suizo de elevada repercusión debido a su teoría del desarrollo del pensamiento. En una forma muy sencilla de explicar, Piaget consideraba que las personas desarrollamos progresivas reorganizaciones de nuestros procesos mentales, producto de la interacción del entre la madurez biológica y las experiencias que nos dejan nuestra relación con el ambiente que nos rodea. En este proceso el autor distinguió etapas sucesivas de cambios, que han influido en el ámbito educativo y como sustento al desarrollo de leyes de protección de niños y adolescentes.

Según Piaget, aproximadamente a los 12 años, las personas nos adentramos en una etapa que él denominó de Operaciones Formales, caracterizada por el manejo de conceptos sobre aspectos intangibles como la libertad o la nobleza; se está en capacidad de desarrollar hipótesis y deducir consecuencias, es decir, la persona puede proyectar posibles y diversos resultados a una situación previa.  Al manejar las formalidades cognitivas a través del uso de la lógica, ya su mirada no solo se fijará en lo concreto, sino que aspirará a la comprensión de lo abstracto y complejo, pudiendo enunciar sus propios supuestos o iniciar sus propias luchas por causas.

Es así como algunas de las características con las que nos topamos en nuestros hijos adolescentes generan en muchas ocasiones dificultades en el trato con los mismos. Entre ellas se encuentran:

  1. El enfrentamiento con las figuras de autoridad. Dada una capacidad de análisis más desarrollada, el adolescente cae en cuenta que sus padres no son los “superhéroes” que consideraron cuando niños. Evidencian los defectos, apuntan las contradicciones en las que caen los padres, resaltan sus fallas. Más que un ataque personal, el joven hace frente a sus nuevas “habilidades”, poniéndolas en práctica con los más cercanos y confiables. En consecuencia, los padres deben entender que la aceptación de la no perfección, tener disposición a reconocer errores y fallas, termina mostrando a los hijos, un reflejo real y no idealizado de ellos cómo adultos capaces de asumir sus características menos favorables.
  2. Presentan mayor tendencia a promover discusiones. Pueden ejercitar en las mismas, su nuevo modo de ver las cosas. Hacen uso de su juicio crítico para apuntar desventajas de hábitos y costumbres. Si se incentivan tales discusiones desde la racionalidad y no la emocionalidad, la discusión basada en las ideas y no en las personas, será un excelente ejercicio de cómo llevarlas a cabo, pudendo convertirse en un aspecto de cercanía más que de lejanía entre padres e hijos.
  3. Se encuentran tan centrados en sí mismos, creyendo que son seres tan especiales, que se piensan no sujetos a las leyes generales por lo que no les ocurrirá lo mismo que al resto de las personas. De allí que por ejemplo, se introduzcan a la vida sexual y al no usar los adecuados métodos de anticoncepción, el embarazo sea una respuesta de la realidad que han obviado. Igualmente sucede con la tendencia a asumir riesgos que pueden dañarles severamente.
  4. Es tanta esa auto-observación, que se sienten centro de atención en demasía, creyendo que todos les observan. Se extrapolan como centro de interés de todos quienes les rodean, como expresión del egocentrismo que les embarga. Sin embargo, están muy sujetos a los que otros piensen de ellos, siendo más sensibles a las críticas. Por tanto, es importante ser discretos con sus intimidades y al enfrentarles con sus defectos. Debemos deslastrarnos de nuestra costumbre de festejar cada una de sus “hazañas”, ya que muchas veces se sienten avergonzados aun cuando sean situaciones de mérito.
  5. Es tanta la información que están recibiendo que la indecisión puede apoderarse de ellos. Su capacidad de ver todos los aspectos posibles hace que dudar sea una nueva característica, hasta para cosas muy sencillas.

Las nuevas disposiciones y capacidades hacen presencia en un ser que asombrado y con poco dominio de ellas, siente satisfacción, pero igualmente incógnitas en cuanto a cómo manejarse, aun cuando aparentemente se vea muy seguro de sí mismo. Tener estas características presentes, ahorrará tergiversaciones y momentos de incomodidad, pero sobre todo, nos proporcionará parámetros para acompañar a nuestros hijos y transitar esta etapa de la vida familiar sin mayores traumas.

 

Cristina Paz
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