Íbamos de lo más bien: sonrientes, optimistas, agradecidos de estar vivos y sintiéndonos favorecidos por tener buena salud, un trabajo, una casa, un buen vehículo. De repente, algo sucede y parecemos como un globo que se desinfla. Apesadumbrados, descontentos, desmotivados, supercargados negativamente.
¿Qué pasa? ¿Qué hace que perdamos la perspectiva tan rápidamente? Lo que nos pasa es que seguimos sin comprender el concepto de “vidas paralelas” en su justa dimensión.
Vidas paralelas, lo que realmente significa es que todos estamos coincidiendo en este momento y espacio de la historia humana; pero todos estamos viviendo experiencias personales, por lo tanto, distintas una de otras. Vidas que están yendo en paralelo.
Esto a veces es fácil conectarlo cuando se trata de todas esas personas a quienes vemos cruzarse a lo largo del camino, pero ni siquiera las conocemos y mucho menos sus contextos particulares y experiencias específicas por las que pueden estar atravesando.
Sin embargo, cuán difícil se nos hace recordar y conectar este concepto cuando se trata de una pareja con la que estamos viviendo, unos hijos adultos que viven con nosotros todavía, unos padres envejecientes quienes manejan frustración ante la incapacidad para poder hacer muchas cosas y nosotros entendiendo que deberían estar agradecidos de estar vivos…
Sí, todo esto definitivamente nos hace perder la perspectiva y no deja darnos cuenta de lo subsiguiente. Veamos causa por causa su efecto en nosotros y cómo manejar estos temas emocionalmente:
Causa #1
A veces la pareja se siente frustrada o está manejando sus propios temas emocionales. Lejos de agradecer la distancia que esta persona importante para nosotros toma, comenzamos a envolvernos en el sobre análisis de por qué esta persona muestra tal o cual actitud, y terminamos amargados ante la impotencia de que no importa lo que hagamos o digamos, la pareja se siente cómo se siente y lo único que a mí me corresponde es respetar y aceptar está realidad en este preciso momento.
Causa #2
Nuestros hijos difieren de nuestra forma de ver la vida lo cual es debido a temas propios como la edad, falta de la madurez forjada a través de las experiencias vividas, su impulsividad y ese sentido propio de los jóvenes, de que son invencibles y pueden con todo. Perdemos la perspectiva porque olvidamos que nosotros también tuvimos esa edad y que era más o menos como nos manejábamos en aquel entonces. Ignoramos el hecho de que por más que queramos coincidir en muchos aspectos, estaremos siempre limitados por la diferencia de edad y por supuesto, la brecha generacional natural.
Causa #3
Nuestros padres, a diferencia de nosotros, se van sintiendo inútiles, sin tiempo y a veces hasta sienten que son una carga. Ser compasivos ante la realidad de que este sentimiento va de la mano con que estas personas van sintiendo menos fuerza en sus cuerpos, menos agilidad en sus destrezas motoras y menos rapidez en sus pensamientos. Nos toca practicar la compasión, porque un día seremos nosotros quienes estaremos quizás en esa posición y no es justo para nadie invalidar sus sentimientos, solo porque creamos que no debería sentirse de esta o de aquella forma.
En esta oportunidad enfoqué la pérdida de la perspectiva desde tres causas proporcionalmente directas a personas con quienes estamos vinculados.
No obstante, extender la mirada hacia otra causa, como es el querer comprender pensamientos, actuaciones y sentimientos de todas las otras personas a nuestro alrededor, es probablemente una de las más absurdas que nos lleva a entregar nuestra paz mental. Por más que lo deseemos, no hay manera alguna en que podamos conocer y comprender al 100% las razones que tienen que ver con los manejos de otros.
Mi invitación final es que la solución para mantener la perspectiva es bien simple:
El enfoque en mi propia persona como canal para aplicar la aceptación, la gratitud y por supuesto la mirada benevolente para con todo y con todos.
Pueden leer en La Nota Latina/La Nota-Latina.com
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