En el artículo anterior inicié la explicación de cómo podemos desarrollar la solidaridad dentro de la vida familiar, e indicaba, que si bien era una característica que los niños pequeños pueden expresar espontáneamente, también puede no haberse notado su manifestación y no haberse estimulado, o haberse perdido tal disposición, una vez que se dieron muestras iniciales.
Pero ¿cómo proceder con los hijos, ya más grandes, cuando este comportamiento solidario no se manifiesta? Antes de iniciar con algunas razones por las cuales no se presentan y cómo estimular la solidaridad, es importante precisar las situaciones de solidaridad que pueden presentarse en la vida familiar.
La solidaridad es la manifestación de ayuda en la labor, responsabilidad, tarea, compromiso de otro miembro de la familia, para el que se ve imposibilitado o insuficiente. Por ejemplo, ayudar al hermano menor con la tarea cuando mamá está ocupada con la cena o tiene dolor de cabeza; es prestarle un accesorio de mis favoritos a mi hermana o la gorra de mi equipo predilecto a mi hermano, ya que su salida lo amerita; es a veces, terminar la labor de la casa del hijo, quien, con mucha tarea, no puede atenderla o llegó tan exhausto de sus actividades extraescolares, que se quedó dormido. La solidaridad también se expresa cuando, en consideración con algunas circunstancias o características de uno de los miembros, busco no molestarlo o sobrecargarlo, posponiendo mi solicitud.
¿Cuáles son las razones por las que no se manifiesten o estén renuentes nuestros hijos en manifestarlas? La razón primordial, porque generalmente no ha sido práctica continua en la vida familiar; porque ha prevalecido la imposición sobre la estimulación de conducta; porque existen marcadas predilecciones de unos miembros por sobre otros, generando esto rivalidades; porque no se ha estimulado la noción de la familia como un grupo con intereses comunes.
Es importante que la pareja en la familia, quienes son los líderes de grupo, o en el caso del padre o madre que en solitario lleva la rutina del hogar, hagan de la palabra “equipo” un uso continuo y sinónimo de familia. En los equipos, el trabajo en conjunto, de cooperación y apoyo, es indispensable para la consecución del triunfo. Pues en la familia no es distinto. Autodenominarse equipo proporciona la idea que todos somos necesarios, pero que todos requerimos de todos. Está claro, los más pequeños comúnmente necesitarán más apoyo, pero ellos podrán corresponder con gentilezas o muestras de afecto, pudiendo realizar sus mejores esfuerzos, para estar a la altura de la pauta familiar.
En la medida que se verbaliza y se hace práctica de la solidaridad, entre los miembros de la pareja y se estimulen situaciones donde los hermanos se ayuden, los comportamientos solidarios cada vez serán más continuos y menos dirigidos.
El agradecimiento, la valoración, la consideración y segura retribución posterior, cuando se requieran, serán la recompensa de quien inicialmente ayuda. Es indispensable que se haga notar cuando las dinámicas solidarias se estén manifestando, es decir, alabar el comportamiento de quien ayuda, preguntar a quien es ayudado, cómo se ha sentido; o sencillamente manifestar el agrado porque esas manifestaciones se estén expresando.
Un detalle importante en el intercambio verbal y que facilita el comportamiento solidario, es el uso del “por favor” y de decir “gracias”, siendo indispensables expresiones que no deben faltar en la vida cotidiana. Parecerá para unos un sobreentendido y para otros, una extrema o acartonada cortesía, poco propia de nuestra vida cotidiana, debido a la familiaridad o confianza que se poseen los miembros. Yo preguntaría ¿por qué?
¿Por qué no comenzar con los más cercanos? ¿Cómo entonces estimulamos el apoyo, la consideración y la valoración al otro, que la solidaridad involucra? Sin duda, las primeras prácticas se dan en el hogar, siendo nuestros padres, hijos, hermanos, abuelos, tíos, primos, quienes deben ser receptores de tal consideración. No tienen idea de lo balsámicas que son esas expresiones, cuando son verbalizadas con honestidad. Igualmente, pueden ser el inicio de un proceso de reestructuración y reencuentro cuando existen situaciones de conflicto entre miembros, casi como presentar una bandera blanca.
La práctica y vivencia de la solidaridad de manera cotidiana en la vida familiar, hará que los miembros más jóvenes vayan asimilando y elaborando la solidaridad ya no solo como un comportamiento, sino como un valor o norma en su funcionamiento personal, que intervendrá en su vida familiar futura, tanto como padres y conformadores de nuevos hogares, así como hijos de padres mayores, que luego, necesitarán de su apoyo. Pero igualmente, tendrá efecto en el ciudadano capaz de sensibilizarse con proyectos de mayor amplitud, que implique congéneres que estando en estado de necesidad o desvalimiento, puedan contar con él, como un ciudadano de este planeta, comprometido con el bienestar general.
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