Toda situación que amenaza nuestro diario funcionar, hace que nos pongamos en alerta, pero aún esta alerta se agudiza cuando se refiere a un fenómeno natural que se nos indica, puede afectarnos y hasta amenazar nuestra vida.
A diferencia de los terremotos, que son muy poco predecibles, los fenómenos atmosféricos como los huracanes, permiten mayor anticipación de su impacto en nuestras vidas. Es tanto el avance de la ciencia al respecto, que, con más de una semana de anticipación, se puede estimar una trayectoria y puntos de impacto. Pero la naturaleza no se deja medir con exactitud, y el capricho o los cambios de última hora, hacen que la ansiedad se incremente, por la falta de absoluta certeza.
Y es que estos fenómenos no sólo comportan la materialización del evento climatológico en si, sino toda la preparación y luego, la revisión de sus consecuencias. Pero es en esa preparación donde se encuentra la clave, para que el resto de la experiencia se maneje de manera más efectiva. Estas acciones de preparación deberían contemplar tanto las acciones por proveernos de las mejores y óptimas condiciones materiales, como de la preparación cognitiva y emocional por parte de todos los miembros de la familia.
A esto es lo que se llama prevención, que no es más que anticiparse a los acontecimientos que tienen probabilidad de ocurrir, preparándose de la mejor manera. Se hace importante, no dejarse llevar por pensamientos de negación tales como “¡Nooo! aquí nunca pasa nada”, “Eso es pura alarma para que uno compre alimentos de más”, o pensamientos mágicos tales como: “Mejor no pensamos en ello porque lo atraemos”. Ni una postura, ni la otra son lógicas, ni racionales. Si vivimos en una zona donde eventos climatológicos como huracanes o tornados tienen lugar cada año, lo responsable es tenerlos en mente y aprender la manera más eficaz de hacerle frente y esa es sin duda, educándonos y preparándonos.
Los adultos del grupo familiar, normalmente los padres, llevarán las riendas de todas las acciones. Ellos serán los moduladores de la sintonía emocional y manejo informativo que tengan los demás miembros, al respecto. En cuanto al conocimiento acerca del fenómeno, es importante que se maneje información precisa y de fuentes serias. Es importante mantenerse al tanto de las características del evento y trasmitirla en algunos momentos de intercambio familiar, sin embrago, no hacerlo el centro ni única temática de conversación. Ni sobre atención, ni descalificación. La ponderación de los riesgos que el evento pueda conllevar debe darse progresivamente, en la medida que se tenga información más precisa de su definitiva incidencia en la zona, pero también con base a las previsiones que se estén tomando.
Por otra parte, es importante entender que no todos los miembros de la familia reaccionan de igual manera. Esto es, debido tanto a su momento de desarrollo evolutivo como a los rasgos personales. En una posterior entrega, se desarrollará como manejar estos eventos según cada grupo etario y características personales. Tengamos claro que, a una mejor preparación al respecto, ayudará a prevenir consecuencias desfavorables de orden material y emocional.
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