Normalmente consideramos la independencia de nuestros hijos como el momento en que dejan la casa de los padres, luego que asumen completamente la adultez. Lo que perdemos de vista es que desde el mismo momento en que los hijos salen del vientre materno, inician un proceso sin retorno, de independencia física primero y luego cognitiva-emocional.
Cierto es, que mientras estas tres áreas se mantienen en proceso de maduración, sentimos que nuestros hijos “nos pertenecen”; sin darnos cuenta que sólo somos su plataforma, su puerto de partida, para emprender el viaje hacia su vida autónoma. En la medida que concienticemos tal idea, las tendencias independentistas que progresivamente nuestros hijos irán manifestando, serán señales de su evolución natural y no motivo de conflictos o disputas.
Estar claros del proceso, no significa que se les deje a su “libre criterio”, porque no lo tienen. Además, toda habilidad progresivamente adquirida, necesita formación. Es a nuestro lado, dentro de la vivencia del hogar, teniendo los padres como modelos, intercambiando con entornos sociales favorables, que ese ser en construcción va a ir fraguando habilidades, características y valores.
Es así como cada capacidad adquirida es monitoreada, no solo para que se ejecute adecuadamente sino para que se utilice diligentemente. De las capacidades que puede alcanzar con el cuerpo, a las que alcanza con su mente y paralelamente a ellas, las características personales emocionales-sociales, que se van evidenciando; los padres fungen de vigilantes, estimuladores y asesores de las condiciones que le rodeen sean las óptimas. O por lo menos es el deber ser de una función parental consciente y comprometida.
Son más sencillas las contenciones mientras más pequeños y menos reflexivos lo hijos. Colocar barandas, cerrar puertas con llaves e indicar o explicar de un modo particular cualquier orden o situación, teniendo la subsiguiente aceptación o por lo menos resignación de los hijos, se convierte en un período relativamente corto y muchos padres pensarán que inexistente, porque los hijos siempre impusieron su voluntad.
Es propicio un refrán de mi tierra Venezuela: “Ni tan calvo, ni con dos pelucas”. Se alude aquí a la disyuntiva en el manejo familiar que oscila entre la extrema rigidez de las normas y formación de hábitos en los hijos, no dejando a ellos mayor decisión al respecto y su polo opuesto, la extrema flexibilidad y falta de dirección al punto de ser los hijos quienes dirigen la vida del hogar. Aplica perfectamente al hecho de cómo manejar la manifestación de independencia de nuestros hijos.
El conveniente e impreciso término medio hace su aparición y con él, la necesidad de hacer uso del mayor sentido común posible en este proceso. Sobre todo, cuando las primeras manifestaciones del pensamiento crítico comienzan a hacer presencia luego de los 10 años, pudiendo aún expresarse más tempranamente. A partir de este momento y con el respeto que hemos profesado a nuestros hijos, comienza el encuentro con el adulto que se asoma en el adolescente. La mente cuestionadora e inquisitiva a la que no se complace con un “porque si o porque no”.
Y expongo que, si ha sido una crianza con respeto, la argumentación ante la negación o aceptación de alguna situación debe haber sido práctica común en la interacción entre padres e hijos. A tal respecto, ante los nuevos dilemas será solo necesario retrotraer las estrategias ya usadas para manejar las diferencias. La conversación siempre será la mejor herramienta sobre la discusión, la imposición o el silencio. El razonamiento, el uso de ejemplos y por qué no, la búsqueda de información seria en Internet, podrían ser prácticas que sustenten el intercambio.
La independencia de nuestros hijos igualmente la acompañamos y la formamos. Directamente en los acuerdos y diferencias que conjuntamente abordamos e indirectamente, al dar espacio a la manifestación de sus particularidades y sus decisiones. El que se constituyan en seres diferentes a nosotros, también es nuestra labor. Aupemos y aplaudamos a ese nuevo ser humano, que se expresa con características únicas ante un mundo igualmente diverso.
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