La noticia del pasado jueves 22 de noviembre, sobre la caída de la ampliación del IVA a la canasta familiar en Colombia dentro de la llamada ley de financiamiento, fue una de mis razones para estar agradecida en la fiesta de Thanksgiving o Acción de Gracias en español.
Cuando le conté a mi esposo lo que el gobierno del presidente Iván Duque quería hacer, no lo podía creer. Tengan en cuenta que el impuesto de venta equivalente al IVA que pagamos en la Florida es máximo 7.5% (comparado con el 19% colombiano) y la canasta familiar está completamente exenta de impuestos.
Es cierto, el gobierno de Juan Manuel Santos hizo fiestas con el presupuesto nacional durante ocho años y empeñó hasta la vaca preñada dejando el cofre del tesoro nacional como un colador.
Pero, la decisión del presidente Duque, de ajustar el déficit por medio de meterle la mano al monedero de los artículos de primera necesidad, me pareció cruel y en total contradicción con sus propuestas de equidad.
No obstante, si la intención del gobierno era causar ampolla lanzando una papa caliente al aire (gravar toda la canasta familiar) para después lanzar una tibia que apunta a gravar dos sectores que se han salvado de incrementos en el pasado (las cervezas y gaseosas y los súper ricos) fue una jugada astuta.
Con referencia a las gaseosas y las cervezas, mantenerlas dentro de la canasta familiar no tiene sentido ya que está demostrado que no tienen valor nutricional y su consumo en exceso es perjudicial para la salud.
Aunque Fenalco argumenta que cambiarles el IVA de monofásico a plurifásico afectaría a cientos de miles de tenderos y al consumidor final, estoy de acuerdo con el cambio del impuesto.
Un credo en Colombia es el amor por la cerveza y las gaseosas. Por generaciones, estas bebidas han estado en las neveras de los hogares colombianos y ningún impuesto va a disminuir su consumo. O díganme, ¿en qué otro país del mundo existe el refajo?
Ahora, aumentarle los impuestos a los súper ricos–no las empresas sino las personas naturales que poseen patrimonios de más de 5.000 millones de pesos, es una papa tibia que la opinión pública está dispuesta a agarrar y con gusto.
Según los cálculos del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, individuos que reportan ingresos de 500 millones de pesos, actualmente tan solo pagan el 6% por ciento del recaudo.
Para dar un poco de perspectiva a la situación colombiana, les comparto las cifras estadounidenses más recientes del equivalente a la DIAN, el IRS, Internal Revenue Service.
Los súper ricos–quienes representan el 1% de la población estadounidense, pagaron una tasa promedio de 27.1% lo cual equivale al 39% de la totalidad de impuestos recaudados.
En Estados Unidos se aplica una regla de oro: “Cuanto más se gane, más se paga“. Los ricos se benefician del crecimiento de la economía del país y por esta razón pagan más impuestos. El problema en Colombia es definir claramente a los súper ricos.
La ponencia final de la ley de financiamiento tendrá un camino dudoso esta semana en el Congreso. Pero al final si hay algo seguro: nadie quedará contento.
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