La existencia está llena de analogías profundas, en una especie de equilibrio, de resignación frente a nuestra condición transitoria. Y en este proceso siempre alguien nos acompaña desde cerca tratando de que alcancemos la armonía, interpretando nuestros pasos para que cada vez nos vaya mejor; uno desde el fuero interior va oyendo el sonido de su piel, porque sabe que son toques de ternura amorosa, aunque no se puede predecir el desenlace de la propia vida.
Cavitación
He girado en los diez círculos de Dante,
todo espectacular, aunque propenso a caídas existenciales.
Desconcertado cuando hay comensales
que hacen preguntas aburridas,
cuentos avispones que escapan de sus bocas
y palabras que viajan hacia adelante y hacia atrás.
¿Cómo clausurar las orejas contra estos zumbidos?
Una mirada salvaje y una sonrisa avinagrada
se me escapa cada ciertas palabras.
Un hombre buscando una pequeña gloria.
Una mujer que reclama con la marca de un anillo que ya no tiene.
Mi mujer ha intentado pulirme para tener bordes suaves,
pero se mantiene cierta rigidez.
Me ha dicho que intentará un injerto,
quiere verme dormir tranquilo
y no al pie del desague
o amanecer magullado porque no alcancé una estrella.
Me sopla palabras sensatas al oído,
siempre estremece dulcemente mi tímpano,
sabe que busco encontrarme conmigo mismo
cuando mis pies se desplazan atribulados en la arena
o cuando leyendo a Whitman para salir de un estado doliente.
No sé si lograré ser un monje esperando el tren
que me lleve al muro de los silencios y con murmullos
y pueda tirar la raíz de mi existencia por su nombre.
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