Cada vez que leo sobre casos de suicidios de adolescentes se me hiela la sangre. Pienso en las madres y padres quienes seguramente pasan los días y las noches tratando de explicar lo inexplicable. Pero sobre todo, pienso en la culpa que deben sentir, la cual les carcome el alma en silencio al pensar que podrían haber evitado el trágico y acelerado final de sus hijos.
La trampa del momento es el juego suicida Ballena Azul, el cual se ha viralizado en redes sociales en América Latina luego de cobrar las vidas de 130 adolescentes en Rusia. Por desgracia ya llegó a Colombia y desde mediados del mes de abril de 2017, tres niñas entre los 13 y 14 años, tomaron sus propias vidas en Norte de Santander, Valle del Cauca y Bogotá, presas de la manipulación del macabro juego. El juego «Blue Whale» (ballena azul) es un siniestro desafío que invita a niños y adolescentes a superar 50 pruebas (una por día). Algunas les obligan a despertarse de madrugada a mirar videos de terror, cortarse el brazo con una navaja o acercarse al borde de un precipicio. La última consiste en suicidarse saltando desde un balcón.
«El hecho de que ya hubo víctimas de este juego en Colombia no me sorprende. Lo que sí me alarma es que le ganó a Estados Unidos. Hasta ayer que leí el informe en el periódico El Tiempo, jamás lo había leído en un medio norteamericano».
Luego de buscar referencias sobre el peligroso juego en medios estadounidenses, lo único que encontré fueron unos videos en YouTube y un artículo en BuzzFeedNews.com–una página en internet con reputación de “fake news”–el cual discute un artículo del tabloide británico The Sun, publicado el 17 de marzo de 2017.
En Colombia, además de los tres casos fatales confirmados hasta ahora, hubo dos intentos más en Semana Santa en el Valle del Cauca. A pesar de que nuestro país está por debajo de las estadísticas de suicidio en el mundo según la Organización Mundial de la Salud, infortunadamente está al lado de Brasil como los primeros países que han reportado este fenómeno en Latinoamérica.
«Auque existen otras causas como trastornos mentales y el consumo de sustancias tóxicas, el suicidio encuentra terreno fértil sobre todo en individuos con depresión y desesperanza en la vida y el futuro. Yo me pregunto, ¿cómo una niña de 13 o 14 años llega a ese punto?».
La madre de la niña que se ahorcó en Norte de Santander el pasado 18 de abril, dijo que su hija utilizaba su celular para comunicarse con el grupo del juego y recibir las instrucciones o “retos”. Entonces, el hecho que la niña haya tenido o no un celular propio es irrelevante; el acceso a éste sin supervisión es lo que cuenta.
Como madre he caído en la trampa de la “libertad” que las tabletas y los celulares me ofrecen cuando necesito que mi hijo esté callado en algún lugar o reunión. Y mi conveniencia ha pasado por encima de su bienestar, aunque mantengo restricciones en las aplicaciones de acuerdo con su edad y no tiene acceso a internet.
«El grave problema es que como dice el dicho “El diablo es puerco” y su astucia le permite camuflarse por medio de inocentes imágenes como la de una majestuosa ballena azul. Creo que si yo hubiera visto la foto del juego, antes de leer la noticia sobre los suicidios, habría pensado que mi hijo estaba jugando un inocente juego de vida marina».
Los adolescentes de hoy, tal vez ya no caminan de la mano ni necesitan que se les dé la comida con cuchara, pero ante mis ojos todavía son niños. La diferencia es que conocen el mundo entero por medio de una pantalla y no se escandalizan con nada. Por eso se burlan de nosotros, los adultos pasados de moda y creen que preguntarles ¿qué estás haciendo? es una invasión a su privacidad.
¡Al carajo con eso! Si el bienestar y la vida de mi hijo están en peligro, prefiero que me acusen de sobreprotección a tener que llorar el resto de mi vida. Protejamos la niñez.
Gracias por leer y compartir.
Foto de portada: www.elpulzo.com
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