Miami Swim Week 2018, una de las vitrinas más famosas de la moda de vacaciones en Estados Unidos, me dejó preocupada. La tendencia controversial que captaron los lentes de miles de fotógrafos, fue la de los trajes de baño adhesivos hechos en un material similar a la cinta de construcción llamada duct tape (ver fotos).
Aunque no se me cruza por la mente estar al grito de esa moda, no pude dejar de imaginar lo doloroso que sería quitarse esas cintas. ¡Esos trajes de baño vienen con depilación incluida!
Con o sin bikinis calcomanía, la temporada de verano resalta las inseguridades que muchos sentimos a la hora de ir a la playa o piscina, ya que en la vida real no se pueden aplicar los ángulos fotográficos de las selfies ni los filtros de Instagram para verse más delgado.
No obstante, este año no me estresé ya que perdí varios kilos que me sobraban desde hace años, cosa que han notado mis familiares y amigos. ¿Cómo lo logré? Les voy a contar.
Pero de antemano quiero aclarar que, no soy nutricionista, endocrinóloga ni estoy haciéndole propaganda a nadie. Simplemente quiero compartir mi experiencia con los lectores y si éstos se identifican puedan leer más al respecto.
Haber nacido en la tierra en la que el patrón de alimentación diario incluye carbohidratos en el desayuno, onces de la mañana, almuerzo, onces de la tarde y cena, me puso en desventaja a la hora de hacer dieta.
Desde que pude sostener una cuchara, mi tanqueada de la mañana era una sopera de chocolate santafereño con pan aliñado, ponquecito Ramo y pedacitos de queso doble crema–la receta patentada de mi Abuelita.
Esta devoción por la panadería en el desayuno me acompañó toda la vida. No había poder humano que me hiciera renunciar a mi pan tostado con mantequilla y mermelada. Pero en octubre del año pasado, una de mis mejores amigas me habló del patrón de alimentación Ayuno Intermitente, el cual fue desarrollado por un médico quiropráctico llamado Dr. Eric Berg.
En pocas palabras, el ayuno intermitente no es una dieta, no cuenta calorías ni restringe ningún alimento. Lo que propone es cambiar las horas a las que uno come durante el día.
En teoría propone ayunar 18 horas (incluyendo las horas de sueño en la noche) y 6 horas de comida. En la práctica consiste en mover el desayuno hasta las 12:00 del día y desde ese momento hasta las 6:00 de la tarde comer lo que uno quiera.
El principio para la pérdida de peso es que evitando desayunar se inhibe la producción de insulina, la cual bloquea la hormona de crecimiento que incentiva la regeneración celular y el desecho de toxinas. En otras palabras, la insulina es la causa del almacenamiento de grasa en el cuerpo, especialmente en la panza.
Al principio me pareció una locura pero decidí intentarlo haciendo unas trampitas. Cuando me levanto me tomo un café sin azúcar y una tortilla de maíz con queso derretido. Nada de pan. Luego almuerzo lo que quiera, pico toda la tarde (hasta postre) y ceno a las 6:30 p.m. Por último, antes de acostarme a dormir me como una banana.
A las pocas semanas de empezar este estilo de alimentación perdí los cinco kilos rebeldes que habían invadido mi cintura y abdomen por años. Hoy, nueve meses después, me he mantenido en el mismo peso y talla de ropa, cosa que jamás me había ocurrido.
Si las dietas extremas de la piña y el atún no han surtido efecto, tal vez probar un cambio en el patrón de alimentación sea la clave del éxito. Por obvias razones, le recomiendo a las personas que padecen de enfermedades crónicas que consulten con su médico antes de iniciar.
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