Aprendiendo a vivir con nuestras espinas: El arte de la convivencia y la tolerancia | La Nota Latina

Aprendiendo a vivir con nuestras espinas: El arte de la convivencia y la tolerancia

 

Todos tenemos supuestas sombras y luces. Es sencillamente la dualidad existente en cada ser humano. En esos opuestos podemos vernos a veces actuar en forma súper armoniosa con nosotros mismos y los demás, o, por el contrario, quedarnos sorprendidos ante nuestras propias respuestas que en ocasiones no sabemos ni de dónde salieron.

Una de las lecciones más simples, pero profunda y valiosa, es la interacción del puercoespín con otros de su especie dentro de la madriguera.

Como todos sabemos, el puercoespín es un animal cuya parte posterior de su cuerpo está cubierto por largas púas o espinas. Estas son sumamente afiladas y sirven para protegerlos de cualquier amenaza. El puercoespín por lo general no ataca a otros animales, pero cuando es atacado, estas púas no solo protegen su cuerpo. Al no estar profundamente arraigadas, estas se desprenden con facilidad al pinchar a su oponente, causando gran dolor y quedándose clavadas.

Ahora bien, cuando se trata de la madriguera, estos animalitos han aprendido de manera natural a interactuar sin que sus púas les causen daño entre ellos. Ante un frío inclemente, los puercoespines se van acomodando dentro de su madriguera con movimientos lentos que les permitan entrelazar sus púas sin tocarse. En otras palabras, aprenden a vivir unos con otros a pesar de sus púas.

Me gusta explicar en forma llana como nosotros los seres humanos también tenemos “púas” las cuales conocemos mejor como nuestros defectos de carácter. De todo tipo y manifestándose de todas formas, nos vemos arropados por estas púas de tipo emocional afectando nuestras relaciones interpersonales.

Lo más penoso de todo es con la gran rapidez que nos desenfocamos y buscamos responsabilizar al otro de lo que nosotros mismos hacemos. Tendemos a negar nuestras acciones y respuestas desbordadas, racionalizando el hecho de que “alguien nos ofendió o lastimó o provocó.”

Al igual que los puercoespines, nos toca hacernos responsables y aprender a manejarnos con nuestras púas. Interactuar con los demás y hacer nuestra parte para mejorar nuestras relaciones. Reconocer que de la misma forma que nos gusta ser escuchados, respetados y considerados, pues nos corresponde mostrar ese mismo trato afable con quienes nos relacionamos.

Y cuando las cosas se ponen difíciles, cuando se tensa el ambiente o la conversación, cuando diferimos de opinión, es el momento para manejarnos con sutileza, respeto y sobre todo tolerancia. Esto sería el equivalente a “acomodarnos entrelazando nuestras púas en forma segura”.

Probablemente, esto se convierta en el desafío más grande que nos toca enfrentar cada día. Relacionarnos con otros manteniendo a raya nuestros defectos de carácter mientras nos mantenemos enfocados en aquello que nos une. Cuando damos importancia a las virtudes de los demás y dejamos de lado lo que son sus debilidades o defectos, entonces abrimos la puerta de reciprocidad para que los demás también se enfoquen en valorar nuestras cualidades positivas en lugar de las negativas.

Es extraordinaria la forma en que nos sentimos cuando nuestros seres queridos nos muestran consideración, aprecio y reconocimiento. Recordemos que estos solo se manifiestan cuando lo damos primero.

Xiomara Mayo
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