Hablar del amor solo es posible, cuando sabemos esculpir el silencio y abordar el velero para navegar unicidades multidimensionales, donde un suspiro, dice tantas cosas.
El amor es vendaval poderoso, es paisaje total y naufragio del miedo. Es abandonar el frio egoísmo y dejar en agonía a la soberbia. Es derrotar a la envidia y dar la bienvenida a la nostalgia. El amor es el clavel en la nieve y la luciérnaga en la noche, es la palabra que refleja el silencio y el latido con ojos, que contiene belleza, para desbordarla, en parpados luminosos.
El amor es la invasión de lo convencional y el ocaso del protocolo, es dejar en libertad a la libertad e invalidar lo superficial. Es tener como consigna la vibración más elevada y existir para crecer, derribando prejuicios y oscuridades. Amar, es el influjo de la luna, llena de misterio y temblor. Es el secreto convertido en cristal precioso, es el recuerdo de otros tiempos, es reconocerse en las venas y mirar de frente el infinito y fundirse en un beso a la vida y cruzar la niebla de dónde venimos y a dónde vamos.
Amar es habitar el país de lo imposible, es pronunciar en sueños su nombre, es dejar a la eternidad pensativa y detener el tiempo, con la caricia reclinada y las alas al vuelo. Amar es abrir las nubes como abanicos errantes, es pintar de colores los interminables instantes y escribir en el alba, un verso y encontrarte paseando con el mismo viento.
Me piden que hable del amor, no sé si puedo hacerlo, desconozco su ultimo puerto, apenas frecuento su orilla y ese mástil donde un día, ate mi nostalgia de un futuro diferente. Me imagino al amor desnudo, respirando brisa y emanando luz, lo presiento danzando y de cristal, blanco su latir, diciéndome: estas vivo, un día el amor se puso delante mío, me miro por dentro, amarro su barca a mi puerto, sembró su semilla en mi corazón y sin darme cuenta, se instaló en mí. Por la noche se acostó conmigo y al medio día, radiante, respondió al agravio.
El amor es ligero como la siesta y profundo como el silencio, impulsivo como el alba, romántico como el crepúsculo. El rostro del amor tiene todas las edades, gusta de instalarse en las miradas e incendiar temores para a continuación agotar las palabras y reinstalar el silencio como la antesala de lo sublime.
Admito haber amado la vida, a la intemperie y en el fondo de un gemido, en la voz quebrada y la mirada perdida, en el tiempo detenido y el medio día desnudo, en el lucero de la mañana y en el polvo de las estrellas, donde se inauguró la existencia.
Cuando amamos, el silencio canta, y el cuerpo se envuelve en colores, la eternidad palpa los instantes y el sudor se envuelve en magia. Entonces, bebemos labios y cabalgamos éxtasis, palpamos arcoíris y corremos en itinerarios multidimensionales.
Quise darme por vencido antes de escribir sobre el amor, pero no me detuve a tiempo y desafié lo inefable y continúe el proceso y en inevitable testimonio, exprese limpiamente, lo que mi inocencia quiso.
Pasa que en mi caso, el amor y la vida, coinciden y de ese romance, nace la pasión existencial con la que declaro: amo luego existo.
¿Nos bañamos desnudos de miedos en el océano de la vida plena?
CHAMALU
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