Como padres, somos actores principales en el proceso de socialización que “moldea” a nuestros hijos a las características sociales y psicológicas de la sociedad que les rodea, para hacerlos de este modo, portadores de la herencia cultural que deben perpetuar. Sin embargo, existe otro proceso que conjuntamente se va desarrollando, su individuación o la conformación de un ser con personalidad única.
Algunos padres llegan a creer que la responsabilidad de formar a otro ser humano viene aunado al derecho de no solo enseñarles normas, creencias y costumbres sino, hasta determinarles sueños y metas. Otros piensan que los hijos son partes o extensiones de sus vidas o sucesores en la concreción de lo que ellos o ellas no lograron. Olvidan en todo caso que, si bien nuestros hijos compartirán características y quizás algunos sueños, no vienen a colmar nuestras expectativas.
Un hecho que reitero es que como padres somos sus modelos, principales educadores, responsables en alta proporción de su bienestar físico y emocional, promotores de su inserción social, sin embargo, eso no nos otorga la autorización de diseñar su futuro. Somos facilitadores de su proceso de socialización e individuación, pero sin duda, ellos son sus propios escultores.
Sueños propios
Es natural que cuando estamos gestando y criando a nuestros hijos, tengamos para ellos los mejores deseos y proyectos. Que nosotros creamos que sabemos mejor que ellos, qué les conviene, pero a menos que sea una situación donde su vida corre riesgo, es indispensable que restrinjamos nuestros deseos de protección o de querer tener la razón y dejemos que vivan sus experiencias: éxitos, fracasos, duelos, logros, etc.
En ese camino de conformarse como adultos, nuestros hijos están tejiendo sus propios sueños. Cercanos o no a nuestras expectativas, es la vía que ellos están construyendo. Confiemos en sus capacidades y sentido común. Le hemos dado material y herramientas para su camino. Entendamos que como una vez ocurrió con nosotros, ellos deben probarse a sí mismos su capacidad de definirse y construir su vida.
¿Qué hacemos los padres? Estar accesibles a dar un consejo solicitado. Siempre atentos, pudiendo indicar algunas alertas, pero sabiendo que cada vez más, nuestro lugar es el de espectadores cuando ellos entran a la adultez. La oportunidad de hacer una vida ya la tuvimos, la nuestra. Ahora les toca a los hijos hacer la suya.
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