En un artículo escrito hace aproximadamente 11 meses atrás, abordé la importancia de la expresión de afectos positivos en la familia (https://lanota-latina.com/por-que-es-importante-expresar-afectos-positivos-en-la-familia/). Sin embargo, casi todo en la naturaleza humana debe ser ponderado y administrado, ya que excesos y defectos, obran perjudicialmente en las personas. Los hijos no son la excepción. Igualmente en un artículo del mes de mayo, escribí sobre el trato justo con los hijos por parte de la madre (https://lanota-latina.com/madre-la-administradora-de-justicia-entre-los-hijos/).
Particularmente, en este artículo me voy a referir a la administración del afecto positivo entre nuestros hijos. Administración importantísima para contribuir a la construcción de autoestimas fortalecidas, pero especialmente, para evitar la acentuación de rivalidades derivadas del hecho de ser iguales que compiten por la predilección parental.
En el proceso de crecimiento y desarrollo de personalidades, nuestros hijos continuamente se enfrentan a la comparación entre ellos; actividad que se realiza de manera natural, que en sí misma sólo expresa la capacidad de cada individuo de entenderse y construirse diferente a otros, a través de la comparación con estos. En sí misma, una actividad muy sana y necesaria en el proceso de creación de identidad. Los primeros seres con quienes nos encontramos en esta actividad son nuestros hermanos. Lamentablemente, los hijos únicos se pierden esta experiencia.
Quiero decir en pocas palabras, que si existen diferencias y competencia entre nuestros hijos, es sana y hasta apropiada. Sin duda, desde pequeños y aún adultos, nosotros los padres, seremos ese primer objeto o premio por el que compiten. Nuestra atención, expresión de afecto, preferencia particular y acceso a ventajas materiales, serán los premios de dicha competencia.
Ahora bien, ¿por qué estar alerta? ¿Por qué es importante expresar afecto, pero a la vez ser justos y ponderados en ello? La respuesta es, nuevamente, porque las actitudes y acciones que emitimos tienen efecto en el desarrollo de nuestros hijos y la relación entre ellos mismos. Porque evitaría que los padres seamos estimuladores de una rivalidad poco sana o el resentimiento entre ellos. Porque diferenciaría entre tener hijos ferozmente competitivos, rivales, egoístas y envidiosos o bien, hijos que buscan la excelencia, sabiendo que, en la cooperación, trabajo en equipo y aceptación de los logros y las diferencias entre hermanos, asientan características de personalidad beneficiosas en lo personal y social.
¿Cómo expresar ese afecto ponderadamente? Una de las maneras más eficaces es tener por norma la valoración y aprecio, abierto y expreso, hacia las características positivas que nuestros hijos emitan. Desde pequeños, incluso cuando sean bebés y aún creamos que no pueden entendernos. De esta manera estarán presenciando, desde temprana edad, para sí mismos y para otros, tan importantes expresiones. Los primeros hijos la recibirán inicialmente, pero notarán que es igual trato para quienes le sigan. Los hermanos posteriores observarán que es una práctica general.
Existe una clásica recomendación que es no establecer comparaciones entre hijos. No, si en esa comparación alguno sale desfavorecido. Sin embargo, las comparaciones en base a fortalezas y características positivas que los diferencian y los hacen particulares, pueden ser muy favorables, como ejercicio de construcción de identidad personal. Los hijos aprenden a reconocer sus individualidades y a manejar las diferencias, constatando que se puede valorar, amar y admirar a diferentes.
Los padres no somos los únicos responsables de esas rivalidades, como dije, ellas se presentarán de diversas maneras, siendo naturales en la experiencia de ser hermanos. Lo que sí es importante es que nuestras acciones no nos conviertan en catalizadores de esa rivalidad. De allí la importancia de estar alerta.
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