“Hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”: una expresión que mi mamá decía y que a su vez le decía a ella su mamá, es decir, mi abuela. En este momento yo cambiaría la palabra problemas por complejidades. El cambio de edad, intereses, exigencias sociales de nuestros hijos van ampliándose y haciéndose menos sencillas. A partir de los 12 años, el repertorio de intereses y potenciales conflictos internos y externos de los hijos crece significativamente. Por lo que nuestra respuesta como padres debe ser sustentada en una mayor cantidad de factores a ser considerados.
Aumenta la independencia de nuestros hijos y con ella, el movilizarse mayor tiempo fuera de nuestra vista. Los amigos, los intereses románticos, el deseo de ser aceptados además de la natural exposición a distintas costumbres o ideas harán que confronten sus creencias, normas y hábitos familiares. Comenzarán a cuestionarlas e intentarán revertir algunas de ellas.
En ese rebatir se presentarán las “escapadas del colegio”, “las idas a un lugar distinto a donde nos han dicho”, “probar” cigarro, licor e iniciar su sexualidad, ya que “otros lo hacen”. El riesgo de estas actividades se encuentra en que son furtivas, poco previsivas, no considerando riesgos, por lo que pueden tener lugar incidentes y accidentes.
A estas circunstancias se agregan el sentido de suficiencia y exposición a aventuras debido al exceso de autoconfianza y elevada energía vital que poseen. Es propio de su momento psicológico sentirse casi inmortales, por lo que pueden buscar experimentar emociones extremas, algunas de ellas con riesgo para su vida como lo son el manejar a altas velocidades, acrobacias en alturas, o deportes extremos sin el entrenamiento y protecciones debidas.
Las condiciones en la que se ha desarrollado la crianza y la vida familiar con nuestro adolescente serán de ayuda, aunque en oportunidades se realizan cambios radicales en ellos, dejando a los padres bastante confundidos. Sin embargo, no suelen ser la mayoría.
La atención en este período es a las señales que emitan, razón por la cual debemos mantener observantes, abiertos al diálogo y promoviendo los momentos de compartir a “su estilo”. En la medida que entendamos que es un proceso natural y estemos dispuestos a conversar los desacuerdos, sustentar normas existentes y replantear límites conforme ellos demuestren responsabilidad, podremos seguir siendo un soporte seguro para ellos.
FOTOS: pexels.com
- ¿Por qué es importante la planificación familiar para el año nuevo? - enero 2, 2019
- Las ausencias en las fiestas decembrinas, ¿cómo manejarlas? - diciembre 26, 2018
- Tus regalos de Navidad llegaron antes, ¿los notaste? - diciembre 19, 2018