«El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad» Albert Einstein. Dentro de todas las épocas y todos los momentos siempre debe estar presente la esperanza, el problema es que nosotros mismos no ahuyentamos los maleficios. Necesitamos darnos tiempo para reflexión diariamente y dialogar con los que amamos (y leer mucho: novelas, cuentos, poesía) para comprender qué le ocurre a la personas y lo que nos puede estar pasando a cada uno, además de descubrir el propio talento para erradicar las vestimentas de lo oscuro.
Ahuyentados maleficios
mientras se va en el carro alado
en búsqueda de un sueño,
llega la picadura de la soledad,
ese bocado seco, visitante soberbio,
que llega cuando uno va a dormir.
Hace más difícil el empedrado,
vende escenas ficticias y adorna
los lamentos. Esconde la esperanza
debajo de la cama y se apodera de
la almohada. No deja fragancia intacta.
Hace trama fácil de todo, clausura incluso
de lo que empieza a nacer.
Uno que es su propio camino
puede perder el norte y confundir el sur,
terminan en el oeste queriendo el este.
Hay que bombear el veneno
de esa mala serpiente. Tañer
la campana para que todos los pájaros
y paisajes amanezcan alegres, salvo
que ocupados pensemos que no tienen pasaporte.
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