El tiempo es implacable, sigue raudo su itinerario. Uno se revela a través de compartir la fantasía que la vuelve palabra, enunciación compartida. Uno no deja que se escapen las imágenes colgadas en la retina para ello ha creado un patio trasero lleno de la luz de la mañana y de lo que sigue. Es lo que nos contiene y nos cobija para hablar cualquiera sea la circunstancia.
Ahora
A medida que envejezco, cielo, tierra, agua, fuego.
Más empapado que nunca. Me permiten pronunciar
mis diferentes nombres. En las noches me dibujan
Con los brazos extendidos, me acercan lejanos vientos,
Nada de lo vivido parte, sostiene mi esqueleto,
y recuerdan lo que el calor de mi propia sangre ha despertado.
Amanece, pan y vino. No espero incienso o mirra.
No quiero la lista de lo que nada fluye y dobla la roca,
De la quema que baja y viene como lava.
Son pocos días los que se tienen, muchos pasan rápidos, sin respiro.
Contar cada uno, evitar el bostezo, y soportar el peso
Liminal del aire, los pequeños incrementos, las frías pausas a
Los que no estoy acostumbrado, y la fiebre en los cuerpos de otros.
También a escribir la nota que la canción necesita.
Lo peor que nos puede pasar es lo que silencia al silencio.
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