Alan Watts escribe: «Trata de imaginar lo que será dormir y nunca despertarte […] ahora intenta imaginar lo que era despertar sin haber dormido jamás». La invocación de Alan Watts para despertar “sin dormir», quizás, encapsule el verso. ¿Es el amor un accidente, es algo que no contiene maldición? En algún momento, hay que reordenar los acontecimientos, detenerse, estirarse, dar prioridad a la omisión o a la respiración. Todo esto en el proceso cambiante del devenir, ser y tiempo en lo que deviene lo que construimos. ¿Pueden los poemas dar una sensación de estar en el mundo, con el paso del tiempo como realmente es?
Accidente o maldición
Un atardecer así,
ya el sol burbujeando en el horizonte,
te preguntas:
¿Es el amor un accidente, es algo que no contiene maldición?
No se trata de las reglas de Virgilio
ni de una épica en latín. Sino por lo que atraviesas,
cuando te cae en la cabeza el cielo o el infierno.
Ritmo de unas caricias todavía ausentes,
crujan.
Tiempo desesperado embaucado
por juegos de amor.
Cartas escritas a mano con el sudor
de la sinceridad, no hay hojas en el suelo.
Escrituras en un tiempo que se detuvo
para luego seguir.
Juegos de vejez,
refugios de detalles, insolencias, y tropiezos.
Pura vida sin las impurezas
del habitar la soledad. Los labios a corta distancia.
Crecen frondosas las palabras,
no están rotos los troncos
ni hay inclinación hacia otros.
Lo que se ha perdido en un lugar,
Se ha hecho nacer en otro sitio.
La voz de lo imposible soportando lo posible,
sin argumentos geométricos.
No puede ser un accidente cósmico.
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