Cuando en una empresa ingresa un nuevo colaborador, se espera que realice las funciones para las cuales se le contrata dentro de unos parámetros establecidos. Cuando un equipo de trabajo tiene como meta el desarrollo de un nuevo producto, sus miembros esperan que cada uno de ellos cumpla con sus responsabilidades para el logro del objetivo. Cuando una marca brinda sus servicios a determinado nicho de mercado, se espera que pueda satisfacer cierta necesidad previamente determinada de este.
Podría decirse que cuando se efectúa una promesa, las personas involucradas esperan que aquello que fundamenta el compromiso se cumpla cabalmente. Sin embargo, no siempre que se constituye una promesa termina por ocurrir aquello que motivó el compromiso. A veces, los que entran al sistema no dan la talla, los que están en él dejan de cumplir con sus funciones o lo ofrecido por la organización a sus clientes no es lo que ellos requieren.
¿Qué pasa entonces? Cuando coordinamos acciones con otros ocurren al menos tres fenómenos interrelacionados que es interesante considerar. Por un lado, está la paradoja vinculada con un hecho común en la práctica relacional: las cosas a veces no están lo suficientemente claras para las partes; y si lo están, al menos no en tiempo y forma explícita para cada uno de los involucrados. Entonces, pueden darse compromisos cuyos detalles requieren desmenuzarse para que los implicados conozcan además del qué, también el cómo, cuándo, cuánto, dónde y para qué un resultado determinado los vincula a coordinar su ejecución.
Otra situación, también frecuente, es que lo que escucha el otro puede estar sesgado por su percepción acerca de lo planteado. Así, a pesar de la claridad de una de las partes, la otra simplemente interpreta el mensaje de forma distinta o parciallizada.
Adicionalmente, también puede pasar que cuando nos proponemos haceres coordinados con otras personas, cumpliendo o no con nuestros acuerdos, revelamos nuestra identidad, develamos el cómo somos frente al compromiso.
Entonces, cuando surgen compromisos con otros que se materializan en promesas es necesario tomar las siguientes precauciones: ser lo suficientemente explícitos en las condiciones de satisfacción que requiere el acuerdo dado; garantizar un nivel de escucha tal que se eviten los malos entendidos asociados con la brecha que existe en la comunicación entre las personas; y ser impecables en la ejecución para mostrar, además de la capacidad en el hacer, la responsabilidad inherente cuando somos para otros una posibilidad de coordinación efectiva en el accionar.
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