Hasta el momento, mi semana parece una película de terror. Además del Día de las Brujas del pasado martes, a uno de mis perritos lo poseyó un espíritu chocarrero como los del Chavo del Ocho, le dio la chiripiolca dentro de la jaula y se cortó la boca mordiendo el plástico de la puerta. ¿Cómo no me iba a espantar la cuenta del veterinario por $400 dólares?
Sin embargo, el peor susto me lo llevé ayer al ver en CNN en Español al vocero de las FARC–perdón, ahora conocidas como la Farc: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común–anunciar a Rodrigo Londoño, alias Timochenko, como su candidato a la presidencia de Colombia para las elecciones de 2018.
Si bien es cierto que los acuerdos de paz en el mundo por lo general han culminado en aspiraciones políticas por parte de los ex-combatientes, escuchar la palabra “Timochencko” al lado de la frase “candidato a la presidencia de Colombia” me estremeció hasta los huesos.
Recuerdo que cuando era una niña, y escuchaba Caracol Radio en las tardes con mi abuelita al llegar del colegio, las noticias sobre las tomas guerrilleras y el recuento de las víctimas civiles, de la policía y del ejército, eran pan de cada día.
Aunque por fortuna en mi familia inmediata no vivimos los dolores de la guerra ni los secuestros en carne propia, me cuesta mucho trabajo tragar entero y aceptar que la Farc tendrá por derecho diez curules en el Cogreso de la República, o más, si rompen el umbral.
En entrevista con El Tiempo, la fórmula presidencial de Timochenko, Imelda Daza–quien fue militante de la Unión Patriótica y vivió exiliada en Suecia por 26 años–dejó en claro por qué decidió lanzarse en esta campaña. Según ella, está “comprometida hasta el fondo con la construcción de la paz” y que además no tiene “sectarismos ni escrúpulos ideológicos”.
En esa respuesta entendí todo. Para estar de acuerdo con esta candidatura, sin duda, lo que menos se necesita es tener escrúpulos.
Desde la firma del acuerdo de paz, los pro y los contra continúan discutiendo sobre el perdón y el olvido de los crímenes de lesa humanidad y la reparación de las víctimas. Yo por mi parte veo otro punto que es, categóricamente, indispensable para cruzar el puente del pasado y mover a Colombia hacia un futuro de paz y prosperidad.
El artículo cuarto del Acuerdo de Paz contempla en la página 91: “El Gobierno Nacional y las FARC-EP manifiestan su firme compromiso con la solución definitiva al problema de las drogas ilícitas”.
No obstante, el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, sostiene que no se conocen adelantos al respecto. No han identificado las rutas ni los socios en el exterior. Lo que sí se conoce es que, los disidentes y desertores de las FARC, están fortaleciendo una nueva guerra para apoderarse del control en las zonas de los narcocultivos.
Esto se evidencia actualmente en las áreas rurales de los departamentos de Nariño, Cauca, Noreste de Antioquia, Chocó, Arauca y Norte de Santander, en los cuales se ha experimentado, en promedio, un alza del 50% en la tasa de homicidios.
Entonces yo me pregunto, ¿si las FARC, Farc o como quieran llamarse, no fueron capaces de mantener a sus filas unidas durante el proceso de desmovilización, cómo carajos pretenden gobernar a todo un país?
Desde ya puedo anticipar que las elecciones del próximo año en Colombia serán tan candentes y recordadas como las del pasado 2016 en Estados Unidos. Amanecerá y veremos qué camino elegimos los colombianos.
Twitter: @xiospady2008
- La voz de la chicharra, un cuento de Xiomara Spadafora - abril 27, 2020
- Teletrabajo: ¿Cuál es su verdadero reto? - abril 1, 2020
- Coronavirus: ¿Cuál es la naturaleza del miedo? - marzo 17, 2020
