El Ego postmoderno se puede decir que vive desde una apreciación fragmentada del reconocerse, sin hacer presente al otro (la alteridad), enfrentando el devenir y en ese proceso disociarse de prácticas que nos identifican como comunidad. Como señalaba Deleuze, estamos ante un dividuo y no in-dividuo, lo dividido como tal, representa aquello que puede estar en muchos lugares a la vez y en cada espacio humano vivir como en tiempo de un reality. En definitiva, el Ego, cual diario de navegación, escribe su recorrido íntimo.
Eclipsando al Ego
Envuélvete hacia ti MISMO.
Mundo.
Dibújame un mapa de mis agonías,
todos los ríos perdidos que sequé.
Recuérdame tus apurados abandonos
e inviernos sin soñar milagros.
Aprovéchame aquí,
entre entonces y entonces,
una molestia por el pecado,
artefacto de la oscuridad.
Inflé en demasía,
solo mis propios límites.
Hazme la persona que delira
amarrada a sus apegos.
Lo que solía ser caos
fue una especie de quietud.
Un toque de campana alertó al ser.
No confundirme, un espacio en blanco
no significa la nada, es algo a punto de ocurrir.
Reúne tus truenos en mis bolsillos.
Vivir, no sucumbir en el no Uno.
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