Escarabajos colombianos: ejemplo de honestidad deportiva | La Nota Latina

Escarabajos colombianos: ejemplo de honestidad deportiva

Empezó el Tour de Francia 2017 y con éste la fiebre que contagia a nuevos aficionados de este deporte alrededor del mundo. Tal será su efecto que hasta esta humilde escritora compró una bicicleta nueva y empezó a montar el domingo pasado. Claro está, no es una de competencia sino una bicicleta de playa para que no me duela la espalda.

Antes de salir a pedalear llevé mi bicicleta nueva a que le calibraran los frenos y estando allí, tuve una experiencia que me llenó de orgullo patrio. El muchacho que me atendió identificó mi acento hispano y me preguntó que de dónde era. Cuando le dije que era colombiana se le abrieron los ojos y con un gesto de respeto me dijo: “Uy! Tenemos que meterte a uno de nuestros equipos porque con seguridad ganas!

Sin poder contener la risa le agradecí el comentario. Le expliqué que mis piernas no me daban para montar más de ocho kilómetros en mi conjunto residencial, y eso, a paso de paseo. Después me nombró a Nairoman y resaltó que varios de los 22 equipos que compiten en el Tour de Francia este año tienen un colombiano dentro de sus filas.

La generación dorada de los años 80 representada por “El Jardinerito” Lucho Herrera y Fabio Parra, y la nueva ola de escarabajos colombianos–Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Darwin Atapuma y Carlos Betancur entre otros–ocupan un lugar preponderante en el ciclismo mundial, no solo por el profesionalismo de nuestros deportistas, sino por el fair play o juego limpio sin dopaje.

En comparación, los Estados Unidos aún siguen sin recuperarse del desmoralizante escándalo del siete veces campeón del Tour de Francia, Lance Armstrong, al punto que la transmisión no es televisada por ninguna de las cadenas nacionales.

Si bien es cierto que el reinado de Armstrong con el equipo USPS Discovery Channel Pro Cycling alcanzó la gloria y millones de dólares en patrocinios entre 1999 y 2005, también sembró decenas de enemigos, quienes no descansaron hasta exponer la red de dopaje más profesional, sofisticada y efectiva en la historia del deporte.

Según el reporte de la Agencia Anti-Dopaje de los Estados Unidos publicado en 2012, Armstrong no solo hacía uso de las drogas para mejorar su desempeño, sino que también obligaba a los demás ciclistas del equipo a tomarlas para poder chantajearlos en el futuro si algún día decidían delatarlo con las directivas de USA Cycling y de la UCI (Unión de Ciclismo Internacional).

El reporte incluye los métodos de intimidación y retaliación que Armstrong utilizaba en contra de otros miembros del equipo–masajistas, terapistas y cuerpo médico–para mantenerlos callados. También menciona las demandas de difamación en contra de los periodistas deportivos y los ciclistas veteranos que se atrevían a cuestionar su “inhumano” desempeño.

Hace un par de años vi el documental Stop at Nothing The Lance Armstrong Story y quedé aterrada. El escalofriante retrato del mentiroso patológico y bipolar que vive dentro del héroe y sobreviviente de cáncer, es sustentado con los testimonios de las personas que fueron parte de su círculo más cercano durante años, incluyendo a uno de sus compañeros clave de equipo y a su esposa, quienes alegan hasta haber sido amenazados de muerte por parte de Armstrong.

Pero en mi opinión, lo más perturbador que leí sobre Lance Armstrong, fue su respuesta en una entrevista de la BBC en 2015 en la cual, sin el más mínimo remordimiento, aceptó que si estuviera corriendo en 1995 cuando el dopaje era el pan de cada día en las carreras europeas, lo volvería a hacer.

Aunque sueño con ver a alguno de nuestros ciclistas colombianos rodar por los Campos Elíseos de París en la última etapa y coronarse como campeón del Tour de Francia, también anhelo que más allá de las camisetas amarillas, verdes o de pepas rojas, nuestros valientes compatriotas siempre se pongan la camiseta del honor de los escarabajos y sean el ejemplo de honestidad para el semillero de ciclistas del futuro.

¡Bonne chance pour les Colombiens!

 

Xiomara Spadafora
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