El 16 de junio en la Pequeña Habana, el Presidente Donald Trump anunció su nueva política hacia Cuba. En realidad los cambios que anunció no constituyen un reverso de la política establecida por el Presidente Barack Obama. Trump mantendrá las relaciones políticas entre los dos países reiniciadas por Obama, así como las embajadas, tanto en La Habana como en Washington. Y también continuará permitiendo los viajes a la isla, tanto por avión como por cruceros. Se fomentarán los viajes en grupo, sobre todo para aquellas personas que tengan razones serias para viajar allá, como los estudiantes, profesores, o religiosos.
Pero a pesar de todo lo que mantiene de la política de Obama, el anuncio sí representó un ataque político a Cuba. El mayor cambio está en el hecho que Trump no abogará por quitar las sanciones al comercio entre los dos países, mientras los prisioneros políticos no hayan sido liberados y se hayan llevado a cabo elecciones libres en Cuba.
Como era de esperar, el gobierno de Cuba a través de su presidente Raúl Castro insiste que ellos no se van a dejar presionar, que no van a hacer cambios políticos a cambio de un mayor intercambio económico con los EE UU. O sea, que ambos países han vuelto al tablero de ajedrez que por muchos años estuvo congelado en estas dos posiciones y donde las fichas no se podían mover.
Tal vez el mayor cambio que se pudo ver fue el reconocimiento de Trump — sin duda motivado políticamente — de la comunidad cubano-americana en Miami. El mismo hecho de que viniera a Miami e hiciera su anuncio en el teatro Manuel Artime, nombrado por un héroe de esta comunidad, así lo representa. Aunque todos los cubano-americanos desean el retorno de la democracia y elecciones en Cuba, más la libre expresión de opiniones y de asociación, esa comunidad siempre ha estado dividida entre “los intransigentes,” que no creen que se deba ceder en un ápice al gobierno de Cuba, y “los moderados,”que piensan que a través del diálogo se podría lograr más. Los primeros se identifican con el partido republicano; los últimos, con el partido demócrata.
Es indudable que el anuncio de Trump y su público viene de “los intransigentes.” Aunque yo soy del otro bando, de “los moderados,” no veo mal que se le haya dado este reconocimiento a la comunidad cubano-americana , ya que su tragedia y su sufrimiento ocupan demasiado poco espacio en nuestros noticieros y nuestra prensa. Y Cuba merece tener un sistema de elecciones libres, de más de un sólo partido político, y los conflictos de acuerdos y desacuerdos parlamentarios que entendemos por democracia.
Obama no le pidió lo suficiente a Raúl con sus reformas, aunque sí abrió la puerta a unas relaciones que significan mucho para el pueblo de Cuba y que aún el mismo Trump no quiere cerrar. Es posible que Trump le pida demasiado a Raúl. En el medio está el pueblo de Cuba que continúa sufriendo el sistema que vive, a pesar de los esfuerzos y el coraje de tantos prisioneros políticos. La jugada de ajedrez seguirá congelada por más tiempo.
Por Silvia Pedraza, profesora titular de sociología y de estudios americanos en la Universidad de Michigan, Ann Arbor.
Fuente: umich.edu
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