Luego de varios años sin pisar las inquietas calles de Miami, la ciudad del sol me regaló una experiencia única: tres días dedicados a la escritura y la buena literatura junto a la fantástica Rosa Montero.
El Miami Dade College organizó un taller de escritura dictado por la reconocida periodista española, quien este año recibió el Premio a la Trayectoria Profesional del Club Internacional de Prensa. Cuando supe del evento, no lo pensé dos veces. He seguido la obra de Rosa Montero desde que descubrí su estupendo libro La hija del caníbal (Premio Primavera 1997). Han sido varias novelas desde entonces, protagonizadas en su mayoría por entrañables personajes femeninos que nos llevan a reflexionar, complicar y replantear el mundo y sus rarezas.
Montero compartió valiosos consejos sobre el proceso creativo de una novela, al igual que sugerencias y observaciones respecto al oficio de la escritura en general. Algo que sobresalió en este intercambio de ideas fue la realización de que, aunque el talento natural es importante y desde luego nos puede dar una ventaja, no es suficiente si no existe por detrás la perseverancia, esa que nos permite vencer los sinsabores del oficio literario.
Luego de tres días enriquecedores escribiendo con Rosa y leyendo frente a ella (no se imaginan la adrenalina de ese momento en que estás cerquita de una de tus ídolos con sus oídos atentos a la lectura de uno de tus textos) llegó el momento de la presentación de su última novela, La carne (Alfaguara, 2016) en el Koubek Center del MDC. Durante el evento, en el que destacaron la sencillez y el arrebatador sentido del humor de Montero, la autora observó que a pesar de haber salpicado su novela de algunos toques que podrían interpretarse como autobiográficos, el lector no debe confiarse. Evocó una cita del filósofo Roland Barthes en la que nos advierte: «Toda autobiografía es ficcional y toda ficción es autobiográfica.» No podemos fiarnos por lo tanto de la memoria de un autor. Ya lo decía Nabokov, autor de Lolita, “todo gran escritor es un gran embaucador.»
Entre los matices y texturas que resaltaron en la presentación, algo que me pareció asombroso fue la revelación de que en La carne se produce un encuentro entre la protagonista de la historia y el personaje principal de la primera novela de Montero, Crónica del desamor (Debate, 1979). Un magnífico detalle que deleitará a lectores fieles, seguidores de la prolífica trayectoria de la autora.
Ayer por la tarde, con la rutina bajo control luego del viaje, pude dar inicio a la lectura de La carne. Cual niña golosa que saborea poco a poco unos bombones suculentos para alargar así la magia, no había querido ver la dedicatoria que me regaló la simpática Rosa junto a su firma hasta no sentarme a leer su novela. Fue una decisión acertada. Sus generosas palabras revivieron los gratos recuerdos de unos días que me dejaron experiencias grandiosas, no solo por haber conocido a una de mis autoras favoritas sino por la oportunidad de compartir varias horas con personas estupendas que al igual que yo aman la escritura y necesitan contar sus historias.
Para terminar, les dejo una tarea. El último ejercicio que asignó Rosa Montero en el taller. Aprovechando su gesto de regalarnos unas libretitas muy “chulas”, así como dicen en su natal España, la autora nos incitó a que durante un mes tomemos apuntes breves acerca de eventos, cosas o personas que llamen nuestra atención. Háganlo y al final del mes, lean sus apuntes. Fíjense por dónde van sus observaciones. Como nos dijo Rosa, todos los escritores tenemos obsesiones y este ejercicio permitirá que afloren. Puede ser que esas notas inspiren no solamente historias sino un encuentro con ustedes mismos, con esos personajes que llevan dentro.
Foto de portada: Héctor Manuel Gutiérrez
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