Hace ya varias décadas, algún audaz poeta adosó una severa advertencia entre las métricas páginas de su obra mayor, padeciendo quizá, aún con optimismo, las agonías del mundo contemporáneo. Aquel –a todas luces– ignorado letrero decía tajantemente: “SE PROHÍBE ESTAR TRISTE”. Orlando Mazeyra Guillén escribió una historia que dice: “URGENTE: NECESITO UN RETAZO DE FELICIDAD”. Este llamado impaciente, podría ser tranquilamente el coro de las multitudes de todos los tiempos. Estos dos poemas apuntan, el primero, al no darnos cuenta de lo bien que hacemos tantas cosas; el segundo, una aproximación conceptual de la felicidad en lo cotidiano.
Barco a la deriva
Nada más peligroso que la palabra perfecto.
Se lleva una lupa para ver el desfile de
las cosas. Opera como un misil
o como cuchillo para bisectar.
Se descarta lo que no cae ni fracasa
esa otra forma de perfección.
Todo es como navegar contra el revés
del cielo.
Cuando el ojo entrevista el fondo
del agua, surge lo que libra tu sí mismo
desde las raíces que no se ven.
Felicidad
Sin orden de aparición:
nave.aventurando, fruta.roja.roja, lágrima.con.origen.cierto, hilo.de.plata.de.la.abuela,
misterio.en.grano.de.arena, círculo.de.plata.en.mi.espalda, tatuaje.de.la.partida.de.mi.inocencia, gaviota.acariciando.sus.plumas, mi.ego.refugiado.en.tu.sabiduría, huella.con.giro.a.tiempo, sopa.con.aroma.a.tus.besos,
retirada.elegante, la.espera.de.mi.nieto.en.el.colegio,
(También: el.pantalón.viejo.que.no quiero.dejar, el.pan.caliento.en.la mañana, la.puesta.de.sol, la.visita.de.una.antigua.amiga)
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