Una Barbie es a little perfect doll. Quieren una Barbie pero que no tenga nada de cacao en el alma. Quieren una cintura. Cintura pequeña y un cerebro, pero solo de adorno. Quieren una estrella, una que sea deliciosa como las comidas de las 12 y unos chicharrones que llenen pero no engorden. Quieren una, pero una que sea muda, lengua mordida. Una mujer de pluma corta, poca hambre de curiosidad, que le guste quedarse a dormir con la soledad. Le gustan momias, cemento, cadenas, sin opinión ni crítica.
La sociedad se empeña en crear un molde que es una ilusión o tal vez un espejismo. Hay muchas Barbies, sí, impecables desde su pelo falso hasta su cerebro limitado, pero no todas las mujeres son como aquellas que esconden lo que sienten.
Quise escribir un poema sobre el tema, para reflexionar y comenzar a hacer una lista y así preguntarme si valdrá la pena ser una Barbie, ciega, sorda, muda, torpe y testaruda como dice Shakira. Tan solo bastó con poner la pluma desnuda en el papel, y el tiempo neoyorkino se detuvo. Coloqué el espejo de frente. El rojo se correteaba entre las líneas de los labios. El viento me abofeteó con una mirada sospechosa. Y el lápiz tembló, no pude escribir ningún poema, receta o lista de deberes para el día siguiente de trabajo inagotable.
¡Qué vaina tan jodía!
¿Se me habrá acabado el swing, la sazón, las letras? I am such a hot mess! Entonces la marmota salió de su cueva anunciando que solo le quedan seis semanas al invierno. Mami recalentó la sopa de pollo de ayer, con el aliento a campo entrando por las ventanas opacas. Mi sobrina brincó la tablita y se fue a dormir con los pies sucios. Mi estudiante, quien hace poco perdió a su mamá, me regaló una taza con el mensaje “believe in miracles” y creo que es la última señal del cielo, de otro planeta, de la tierra, de donde sea que sale la esperanza. No, no soy una mujer Barbie. Soy una mujer huracán.
Soy Lazzy, muerdo duro, incómoda e inquieta. Con una curiosidad insaciable, con hambre de verdades y mares por descubrir. El molde chiflado. Las esquinas de estrías. Totalmente mujer. Toca lo que siento, sentir y tocar. Uvas y peras. De esas que se desean cerca, y cuando se tienen se espantan. Esas, esas que llaman molestias y después se hunden cuando se alejan. Lo fuerte; las verdades, lo que suena feo pero es una realidad pura, se dice. If you don’t like it, too bad.
Las verdades no se esconden debajo de la alfombra
¡Quién ha visto alfombras en las casas caribeñas! Hay demasiado polvo entrando por todos los rincones, entonces solo se barre, no se tapa lo obvio. ¿Para qué pretender? No hay que ser Walter Mercado, la verdad está escrita por todas las ciudades; la mujer no es una Barbie, es una ruta hacia la estrella del norte. Se puede pretender, pero la ilusión no dura; hasta la espuma se desgasta.
Se puede pedir mucho, con todo el deseo del mundo. De repente la mujer – la que tiene todos los defectos que se pueden haber inventado pero es humana, con cada uno de los cosmos y átomos en las posiciones correctas, con fortaleza de roble, con las letras rodando en su cartera, que intimida, hace crecer, entender, que habla con sus palabras bien puestas en su boca, que siente y no le da miedo decirlo, con cadera de sombra despierta, esa, esa mujer tornado, que tanto te molesta la vida – es la que te va a cambiar por las razones correctas.
Quédese con su Barbie, su modelo, su cintura pequeña y cerebro de adorno navideño en verano, si usted lo desea. Con la momia que lo espera con la boca sellada para que las moscas no entren a vivir en su alfombra empolvada. Quédese con la tonta, la sorda, la muda, la llena de silencio y sonrisas Colgate. Con la Barbie blanca, pura, casta como dice Alfonsina Storni. Quédese con ésta si le conviene, para que le ordene sus trofeos de acuerdo con las apariencias. Si no quiere crecer, quédese estancado en el aguacero de lodo disfrazado.
Sé que la mujer huracán lee mis letras, se desliza entre su lucidez y amargura, hace un jugo con la mezcla. Se peina despacio con el pensamiento, calcula el tiempo y el espacio para cumplir sus metas. Se acaricia las estrías, se baña de agua bendita, come guanábana, dice I can, y lo logra. No traga el sentir, grita, muerde y salta con el bailar de sus ojos. Se pinta de sol, aprende, se levanta. Ella busca el milagro en el sentir, en su voz, sus fallas, y le llegan los mensajes por los espacios infinitos. Believe. Cree. Believe.
Debería ver un mensaje en las nubes: la barbie se derrite, la mujer huracán es como las constelaciones que aparecen en la noche y puntualmente comienza su función. Mientras tanto, seguiremos siendo tercos, seguiremos viendo mensajes que ignoraremos como tan sabios y sabe lo-todo que somos, como todo lo normal, todo lo que pasa, todo lo cotidiano.
- Tu padre se fue porque lo llamó el tiempo, un relato de Fior Plasencia - abril 7, 2020
- José de la Rosa, el poeta que se volvió aire - febrero 19, 2020
- Las mujeres de barro no pueden llorar - abril 2, 2019