Después del carnaval, la víspera de Año Nuevo es la segunda fiesta más importante de Río de Janeiro, y, por supuesto, de todo Brasil. Conocida popularmente entre los cariocas como Réveillon, este acontecimiento figura entre las 10 principales celebraciones en su estilo a nivel mundial.
Mi historia de amor y pasión con Río de Janeiro se remonta al año 2010, cuando con un par de amigos planeábamos cual sería nuestro próximo destino para celebrar la llegada del año nuevo. Anteriormente había estado en varias ocasiones en Sao Paulo y entre mis conocidos paulistas, escuchaba sus conversaciones en referencia a cómo se superaba cada año la ciudad del carnaval para el acontecimiento. Por lo general, suelo pasar Navidad en familia y desde hace un tiempo acostumbro a recibir el año fuera de casa, visitando algún otro país, aprovechando mis vacaciones y sin querer hice de esto mi propio ritual, al suponer que estando de viaje para la fecha, el nuevo año me depararía también nuevas aventuras, y por qué no, más millas.
Decidido el destino, el primer paso era realizar las pesquisas necesarias y hasta de rigor a través de nuestro amigo Google. Qué ver, a dónde ir, dónde comer, qué visitar, dónde alojarnos e indagar en los comentarios de las experiencias ajenas, eran tan solo algunas de las cosas que más nos despertaban el interés y la curiosidad por vivir la experiencia en una de las ciudades más excitantes del mundo.
La oferta hotelera es sumamente vasta y va desde hostales hasta hoteles de lujo, pasando por los departamentos vacacionales, que fue finalmente nuestra mejor opción, ya que no solo iríamos a ver como los cariocas celebraban, sino que quisimos adentrarnos durante 21 días en la cidade maravilhosa, nombre dado en portugués a la ciudad maravillosa. En víspera de año nuevo ninguna opción es económica, los hoteles están reservados hasta con un año de anticipación y con suerte podrás conseguir una vacante pero con unos precios nada módicos, ni siquiera viajando en plan de mochilero y compartiendo una habitación múltiple. Hasta eso resulta caro en Río durante esa época, además de ser una ciudad normalmente costosa en cualquier temporada del año. Río de Janeiro es caro, dicho por los mismos brasileros, pero aún así les aseguro que la experiencia vale hasta el último centavo.
La fiesta es celebrada de punta a punta por toda la ciudad, pero la mayor concentración tiene cabida en la famosa Avenida Atlantida a orillas de la playa de Copacabana. Allí mismo rentamos nuestro “depa” y aterrizamos el día 30 con la misma sensación comparable a la de un niño que que va a Disney primera vez. Así estábamos: ansiosos, expectantes, impacientes y… ¡cansados!, muy cansados por un vuelo de 5 horas que salió pasada la medianoche desde Caracas, con escala primero en Sao Paulo durante un par de horas más y otras 2 horas a bordo del vuelo que finalmente nos hizo aterrizar al mediodía en nuestro anhelado destino.
Ya instalados, decidimos hacer una inspección a lo largo y ancho de los 6 kilometros de Copacabana para ver donde sería instalada la fiesta de Réveillon, saber dónde estarían las tarimas y cómo llegaríamos a ellas. Tomamos un baño de playa y fuimos a descansar supuestamente para reponer energías, pero el cansancio pudo más que nuestra ambición de adueñarnos de la noche. Pasadas unas horas mi sueño fue interrumpido por la música de Daniela Mercury, una de mis cantantes brasileras preferidas, que sin permiso se metía a través de las ventanas y supuse que sería la prueba de sonido para la tan esperada celebración, pero el rey Morfeo pudo más que mi curiosidad y sucumbí ante sus brazos hasta la mañana del 31.
Finalmente llegó el día, energías renovadas y las pilas bien cargadas para disfrutar nuevamente de la playa y al llegar me entero que la música del día anterior era de la mismísima Daniela Mercury, quien había estado en vivo haciendo su soundcheck porque ella sería la atracción principal de la noche. La indignación me invadió y me recriminaba mil veces el no haberla visto allí, a pocos metros de nuestro departamento ¡por flojo¡ Menos mal que yo mismo me reconfortaba al saber que podría verla actuando en la víspera de año nuevo ¡y gratis¡ lo cual era otro sueño hecho realidad, porque no sabía cuál sería el cartel de artistas previsto para la celebración y Río seguía sorprendiéndome regalándome a la Mercury.
No hay ningún costo para la celebración en playa. Más de 2 millones y medio de turistas y cariocas vienen cada año a la legendaria celebración de año nuevo, para formar parte en una de las mayores y mejores fiestas del mundo. Desde las 8 de la noche la multitud comienza a llegar a la playa de Copacabana para asegurar su espacio. Poco antes de la medianoche cerca de 3 millones de personas están distribuidos por toda la playa, vestidos en su mayoría de blanco de pies a cabeza, como parte de la tradición brasilera. A veces, algunas personas agregan algo de color a su outfit, ya sea un cinturón, una flor en el pelo o un sombrero, para traer bendiciones en diferentes aspectos de su vida. Por ejemplo: el color rojo es para el romance, el verde para la salud y amarillo para el éxito. El blanco de la vestimenta se debe a una tradición bahiana (un estado cercano) que rinde homenaje a los afro y principalmente a la diosa del mar Yemanjá. Es debido a esta misma tradición, que muchos brasileños llevan flores y las arrojan al mar, junto con jabones, maquillaje o lápiz labial, como ofrendas a Yemanjá como símbolo de gratitud. Tradicionalmente se realiza minutos antes de la medianoche, con suerte la marea recibirá sus regalos y los llevará hasta los brazos de la deidad marítima.
Por supuesto, mis amigos y yo fuimos de blanco impoluto para colarnos desapercibidos al ritmo de la música en vivo tocada en los diferentes escenarios que envuelven toda la playa. En cuanto a qué beber para recibir el Año Nuevo, el champagne es la bebida de elección por mayoría. La gente lleva sus botellas y como ya es tradición, la multitud tiende a bañarse entre sí con su propia bebida, porque en Brasil aprecian recibir el año rociados por el champán y es visto como un augurio para la prosperidad y la buena suerte.
Hay docenas de restaurantes muy cerca de la playa de Copacabana o en las zonas vecinas de Ipanema y Leblon, que ofrecen menús exclusivos para disfrutar las celebraciones de Año Nuevo. La Avenida Atlantica está cerrada al tráfico durante las fiestas, así que ustedes pueden elegir dónde presenciar el espectáculo: frente a la playa, desde la terraza más chic de un restaurante o un hotel frente al mar; como la que brinda el Copacabana Palace, costosa y exclusiva. Casi todos esos lugares poseen un área VIP con vistas privilegiadas, a las que ellos llaman “camarotes”. Nosotros optamos por la opción popular, donde convergen personas de todas las edades y de todos los estilos de vida: ricos y pobres, bebés y abuelos, extranjeros y brasileños, donde tampoco podía faltar la multicolor y divertida comunidad GLBTI conformada por travestis, gays y lesbianas.
Ese año, minutos antes de finalizar el 2010, la delegación oficial del Comité de los Juegos Olímpicos estuvo presente para nombrar a Río de Janeiro como Ciudad Olímpica para el 2016. Hecho el anuncio, inmediatamente comenzó el conteo que daba paso a la medianoche, donde al caer las 12 los fuegos artificiales se convirtieron en la gran vedette protagonista de un fastuoso espectáculo pirotécnico, que comenzó desde la profundidad del mar a través de los barcos que están en el puerto de Copacabana, formando el quinteto de aros olímpicos con los fuegos. Las lágrimas y la emoción se apoderaron de los presentes en medio de abrazos colectivos y el licor esparcido como una lluvia en el ambiente. La felicidad reinaba durante toda la noche en la cidade maravilhosa, pero aún más durante los 20 minutos que duró la explosión de luz y color.
La celebración estaba apenas por comenzar y fue cuando hizo su aparición en la tarima principal la gran diva brasilera Daniela Mercury con todos sus éxitos y un nutrido grupo de bailarines que contagiaron a toda la multitud que coreaba sus cantos. Yo no despertaba de mi sueño, ni yo mismo me lo podía creer, por lo que agradecía incesantemente el poder estar allí presente, en Río de Janeiro brindando con más de 3 millones de personas y viendo cantar a una de mis artistas preferidas, ¿se puede acaso pedir más? Pues sí, porque luego del concierto de la Mercury la fiesta seguía allí hasta el amanecer. Pero nosotros queríamos comernos toda la ciudad y descubrir todo en una sola noche, por lo que decidimos irnos a una discoteca y ver la otra parte de la celebración. Tomamos un taxi sobre las 3 de la mañana y le preguntamos al conductor cual era la mejor discoteca para celebrar el año nuevo hasta que el cuerpo aguante y nos llevó hasta “Le Boy”, un enorme y famoso sitio de ambiente, con dos pisos de pura música y diversión que atrae a todo tipo de público, especialmente esa noche para los rumberos insaciables, tal como nosotros.
El que no aguantó fue el cuerpo de uno de mis amigos, quien al bajar del taxi se desplomó producto del alcohol, pero ya yo había cruzado el umbral de la portería deseoso de bailar, cuando mi otro amigo me dijo: “Tranquilo, entra que en lo que se recupere te alcanzamos”. Hice caso, entré y cuando dieron las 7 de la mañana me percaté que ellos nunca aparecieron. Aunque estaba un tanto preocupado por no verlos, los brasileros hacían que nosotros los turistas nos sintiéramos como en casa y yo me sentía mejor que eso. Un extraño cargo de conciencia se apoderó de mi (aunque un poco tarde lo confieso) y decidí salir con la luz del sol en dirección al departamento. Mi mayor sorpresa fue ver que la ciudad estaba tan colapsada que no había un solo taxi disponible, por lo que me decidí a caminar suponiendo que en los próximos metros podría encontrar alguno. Río de Janeiro era literalmente un río de gente desbordada por las calles caminando a sus destinos. Todo estaba trancado, el tránsito vehicular era casi imposible debido a la multitud, no había un solo taxi y cuando rara vez alcanzabas ver un autobús, iban hasta el tope, al punto que si paraban la gente se trataba de subir a través de las ventanas, lo cual me impresionó y terminé caminando no sé cuantas cuadras ni por cuanto tiempo, hasta que finalmente llegué a mi morada.
Dormí todo ese día para poder recuperarme, mientras mis amigos estaban más frescos que una lechuga y con ganas de hacer todo lo que yo había hecho la noche anterior. Esto es Copacabana y después de todo ustedes encontrarán millones de opciones para divertirse dependiendo de sus gustos, de manera que no dormirán, como lo hice yo, hasta ver el primer día soleado del nuevo año. La tradicional fiesta de Réveillon se originó en la década de 1980 como un reclamo turístico y en la actualidad se ha convertido en una gran atracción que ha recibido a famosos cantantes, bandas nacionales e internacionales, entre los que destacan los brasileños Carlinhos Brown, Chico Buarque y Caetano Veloso, David Guetta o el británico Rod Stewart; entre otros, a lo largo de más de 30 años de celebración.
ATENCION: No se dejen envolver por el espíritu fiestero carioca porque entonces podrían perderse la visita obligada al Cristo de Corcovado o subir por el teleférico hasta Pan de Azúcar y dejarse intimidar por la impresionante vista de toda la ciudad. Nosotros además de parrandear, en nuestros ratos de lucidez y sobriedad pudimos conocer en un paseo en tranvía Los Arcos de Lapa, tal y como se ven en la primera parte de la película animada “Rio”. Nos aventuramos a bailar en las reconocidas escuelas de samba “Salgueiro” y “Mangueira”, desde donde calientan motores con sus baterías y comparsas esperando el ansiado Carnaval. Nos adentramos en las favelas, tuvimos suerte de ver a Amy Winehouese en uno de sus últimos conciertos antes de su muerte pocos meses después y coincidimos con el Rio Fashion Week. Hasta nos dio tiempo de ir unos días a Buzios, el sofisticado balneario que encantó a la diva Brigitte Bardot en la década de los 60 y Cabo Frío, ambas ciudades turísticas a unos 190 kilómetros aproximadamente de Rio de Janeiro y que bien valen la pena ser visitadas en esta temporada, ya que están en pleno verano.
Para este 2016-2017, Río de Janeiro espera unos dos millones de personas, incluyendo 865.000 turistas para su Reveillon, a pesar de la crisis que obligó a la municipalidad a reducir los recursos para el espectáculo y la falta de patrocinadores provocada por la grave recesión que enfrenta Brasil, bajando incluso el tiempo del show pirotécnico de 20 a unos 12 minutos. El espectáculo de fuegos estará sincronizado con la banda sonora que será escuchada en toda Copacabana, mientras las bombas son lanzadas desde once balsas ancladas unos días antes a escasos metros de la playa. Entre los artistas, se encuentra como principal atracción la orquesta de la escuela de samba Mangueira, campeona del último carnaval de Río de Janeiro. El espectáculo musical comenzará hacia las 6:00 de la tarde con un concierto de Alex Cohen, a quien le siguen afamados dj´s como MAM y cantantes como Leo Jaime. La mayor atracción de la noche será el trío de cantantes de música popular brasileña compuesto por Elba Ramalho, Alceu Valença y Geraldo Azevedo. El cierre con broche de oro lo ofrecerán las baterías de las escuelas de samba Unidos da Tijuca junto a la ya mencionada Mangueira, dos de las más populares de Río de Janeiro.
Si aún no has ido a celebrar la mayor fiesta a cielo abierto del mundo, entonces estás perdiendo el tiempo. Tampoco dejes que el recorte de las cifras te intimide, porque si algo tienen los brasileros es que no escatiman para disfrutar y pasarlo a todo dar, recuerda que los cariocas figuran entre los gentilicios más alegres del mundo y esa fama no es gratuita. Déjate tentar y seguro te sucederá como a mí: una vez que vas a Río no querrás parar de agendarlo cada año y seguro vas a querer disfrutar la experiencia una y otra vez, porque a diferencia de otras ciudades que tienen su celebración de año nuevo, la ciudad maravillosa nunca dejará de sorprenderte y esperarte ansiosa con nuevas atracciones cada año.
“FELIZ AÑO 2017 PARA TODOS NUESTROS LECTORES DE LA NOTA LATINA”
@soyenzoesposito
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