El fin del mandato del actual presidente y el ocaso de Hillary Clinton tras la derrota con Donald Trump deja sin líderes a un partido que necesita regenerarse.
El Partido Demócrata comenzó 2016 proyectando cómo iban a ser sus próximos cuatro u ocho años en la Casa Blanca. Lo termina en la más absoluta incertidumbre tras el inesperado triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton, la mujer más fuerte del partido desde hace más de 20 años.
El golpe fue especialmente duro porque todo el aparato se había volcado en favor de la ex secretaria de Estado en las primarias contra Bernie Sanders, quien denunció a las autoridades partidarias por inclinar la balanza en su contra. No faltaron los que en las últimas semanas se lamentaban diciendo que si el senador por Vermont hubiera sido el candidato demócrata habría derrotado a Trump. Especulaciones.
Lo cierto es que tras la idea de Obama, y la retirada forzosa del clan Clinton, ni siquiera el propio Sanders asoma como una esperanza de renovación. Si bien durante la campaña logró empatizar con los jóvenes gracias a su discurso antisistema, parece difícil que pueda liderar una nueva etapa alguien que llegará con 79 años a las elecciones de 2020.
Como nunca antes, los demócratas necesitan un dirigente joven que genere una ilusión, como lo hizo Obama en 2008. El problema es que líderes así no aparecen muy seguido.
«Creo que el Partido Demócrata está sufriendo una crisis enraizada en las mismas razones que están causando divisiones en el Partido Republicano: la creciente desigualdad tras décadas de políticas que promovieron la expansión corporativa y la acumulación de riqueza de los estadounidenses más ricos, a costa de la clase media y de los trabajadores. Sanders y Trump tenían mensajes profundamente diferentes, pero se dirigían a personas que expresaban problemas similares por haber sido dejados de lado por la globalización y la hegemonía corporativa. Para sobreponerse, el partido necesita reiniciarse y responder a su núcleo de votantes», explicó Paul Frymer, profesor en el Departamento de Política de la Universidad de Princeton.
Si bien es indudable que los demócratas están atravesando un momento difícil, hay elementos para pensar que probablemente no sea algo terminal. De la misma manera, el triunfo de Trump no soluciona todos los problemas del Grand Old Party (GOP).
«Sería un error decir que todo es inamovible o que la crisis de los republicanos ya pasó. Ellos son fuertes entre los grupos demográficos de menor crecimiento, que en algunos casos se están achicando: varones, blancos, adultos mayores, evangélicos, personas sin título universitario. Por esto mismo los demócratas tienen razones para ser optimistas. Son fuertes entre los grupos que están en crecimiento: minorías étnicas, millennials, personas no religiosas y universitarios», dijo Greg Shufeldt, profesor de ciencia política en la Universidad Butler.
Un repaso de las elecciones de los últimos 50 años avala esta lectura. Entre 1968 y 1988, los republicanos ganaron todos los comicios, con la única excepción de los que coronaron a Jimmy Carter en 1976. En cambio, a partir de la victoria de Bill Clinton en 1992, los demócratas se impusieron siempre en el voto popular, con la única salvedad del triunfo de George W. Bush en 2004. En 2000 y en 2016 los republicanos ganaror en el Colegio Electoral a pesar de que su candidato no fue el que obtuvo más votos a nivel nacional.
«De todos modos —continuó Shufeldt—, los demócratas también tienen motivos para preocuparse, y los republicanos tienen con qué ser optimistas. El mayor problema que afrontan es lo lejos que están de los gobiernos estatales a lo largo del país. Después de la elección de noviembre, hay 25 estados exclusivamente controlados por los republicanos (tienen al gobernador y a la legislatura estatal) y sólo seis totalmente en manos de los demócratas».
Por eso, la prioridad para el partido aún gobernante es trabajar para recuperar terreno al nivel de los estados. No es una tarea fácil, porque en muchos hay reglas electorales que benefician a sus rivales. Pero sin dudas podrían obtener mejores resultados en distritos que históricamente les pertenecían, pero que en las últimas elecciones cambiaron de color.
«Creo que es un error decir que cualquiera de los dos partidos está en crisis. Los dos partidos se encuentran bastante equilibrados y las elecciones suelen ser muy parejas, como las de 2012 y 2016. Los republicanos capitalizaron las cosas impopulares que hizo Obama en el gobierno, y los demócratas tendrán una oportunidad similar durante la presidencia de Trump», sostuvo David A. Hopkins, profesor ciencia política en el Boston College.
«No hay un heredero obvio ni aparente para Clinton y Obama —dijo Hopkins—. Sin embargo, falta mucho para que los candidatos comiencen a prepararse para competir por la presidencia en 2020, considerando las largas campañas que tenemos en Estados Unidos. Es probable que empecemos a ver demócratas ambiciosos tratando de hacerse una reputación nacional con la mirada puesta en las próximas elecciones».
Ya asoman algunos nombres. Para Erikson, «una potencial candidata para la presidencia en 2020 sería la senadora Elizabeth Warren, que tuvo mucha repercusión por sus firmes posiciones a favor de los consumidores y en contra de Wall Street». «Aunque tendrá 71 años dentro de cuatro. Quizás haya una alternativa más joven y carismática. Nadie vio la llegada de Obama cuatro años antes de la elección», agregó.
Warren, senadora por Massachusetts desde 2013, es una destacada figura del ala izquierda del partido. Su pico de influencia fue en plena crisis del 2008, cuando su discurso anti banqueros caló hondo en un sector de la población. Su irrupción en la política fue tardía, ya que durante gran parte de su vida se dedicó al derecho.
Frymer postuló a otra dirigente. «Hay muchos candidatos jóvenes al acecho, como por ejemplo Kamala Harris, la nueva senadora por California —dijo—. No han sido propiamente escrutados, así que aún no sabemos quién tiene el poder y las habilidades para ser líder del partido. Pero sin dudas que hay un conjunto de dirigentes diversos, con nuevas ideas. Vamos a empezar a escuchar de ellos en los próximos años, ahora que los Clinton se van a replegar».
Harris, de 52 años, también es una outsider. Trabajó toda su vida en la justicia y su salto a la política partidista se dio recién con las elecciones de este año. Desde 2011 era la Fiscal General de California.
«Van a surgir nuevos liderazgos en el Partido Demócrata. Siempre ha sido así. Obama era senador estatal en Illinois, hasta que en 2004 fue electo senador federal y en 2008 presidente. Fue un ascenso muy rápido. De la misma manera, Sanders pasó en poco tiempo de ser un senador poco conocido a liderar una ‘revolución’. Quien lidere al partido en el futuro podría ser un miembro del Congreso o del Senado, pero también alguien que aún no conocemos», concluyó Shufeldt.
Fuente: infobae.com
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