Florida es ahora el hogar de un millón de puertorriqueños, igualando a Nueva York como el estado en que más boricuas hay.
En el 2013, Eleida Torres salió de Puerto Rico hacia la Florida, con sus dos hijos adolescentes, “a buscar otro ambiente”, porque en Morovis “lo que se veían eran montañas”. Su esposo, que era chivero en Morovis, y hacía trabajos ocasionales de construcción acá, había venido a esta ciudad dos meses antes, vivía con una tía, la invitó y ella entendió que era el momento del salto más importante de su vida.
Lo que encontró aquí no se parece en nada a lo que le habían contado de Florida, en parte a consecuencia de decisiones de ella misma muy poco reflexionadas y en parte a consecuencia de la naturaleza de las cosas en un lugar en que la vida es muy distinta de la de Puerto Rico, sobre todo para una persona como ella, que no terminó la escuela superior, no habla pizca de inglés ni tenía ninguna experiencia laboral significativa.
A los seis meses de vivir con la tía, una diferencia con su esposo la hizo quedarse en la calle con sus dos hijos. Estuvo un mes de motel en motel. Luego se estableció en otro motel, donde pasó todo un año, pagando $1,000 mensuales, los cuales lograba reunir a duras penas trabajando en lo que apareciera, que eran casi siempre labores temporeras de limpieza en los hoteles que abundan en esta región.
“¿Pasaron hambre?”, se le pregunta. Ella responde rápidamente que no, pero interviene uno de sus hijos, José Hernández, de 18 años: “Es que en la escuela los viernes nos daban una bolsita para que tuviéramos qué comer los fines de semana”.
Eleida vive ahora hacinada con otras siete personas –sus dos hijos, las parejas de estos, una nieta de dos años, su actual pareja y la excompañera consensual de una sobrina– en una casa móvil de más o menos nueve pies de ancho y 30 de largo, que compró por cerca de $2,000 y que ubicó en un terreno por el que paga $550 mensuales de alquiler.
“Pensé en regresar a Puerto Rico con lo difícil que se me ha hecho”, dice Eleida, para luego agregar una frase que encierra mucha de la sicología de los migrantes en todo el mundo: “Pero no quiero volver a Morovis como mismo me fui”.
Como Eleida, cientos de miles de personas se han ido de Puerto Rico a Estados Unidos durante los últimos cinco años, empujados por una grave crisis económica que no da señas de que vaya a amainar pronto. Empiezan a registrarse movimientos notables hacia estados como Texas, Georgia, Virginia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. En estados del noreste estadounidense como Nueva York, Massachusetts, Pennsylvania y Connecticut permanecen numerosas comunidades puertorriqueñas de la gran ola migratoria de los años 50.
Florida: Parada de Puertoriqueños
Pero desde mediados de la década de los 90, la principal parada es Florida, no solo para los que emigran directamente de la isla, sino también para otros que se desplazan desde los estados del noreste, que vienen acá atraídos por el templado clima, la disponibilidad de empleos, las buenas escuelas y servicios públicos y, en términos generales, una vida menos agitada.
Florida es ahora el hogar de un millón de puertorriqueños, igualando a Nueva York como el estado en que más boricuas hay.
En el 2014, que es la última cifra de la Oficina del Censo de Estados Unidos disponible, 64,000 salieron de Puerto Rico, para un promedio de 175 personas diarias dejando las playas de la isla. La inmensa mayoría de los que se van termina por las calurosas tierras de la Florida central, que ha experimentado a consecuencia de esto una explosión demográfica para la que, según oficiales y líderes boricuas de la zona, no estaba del todo preparada y que está poniendo a prueba sus instituciones, su economía y la voluntad de los miles de puertorriqueños que se acercan por aquí todos los años buscando una mejor vida.
Los condados de Osceola y Orange, donde quedan las ciudades predilectas de los puertorriqueños –Kissimmee y Buenaventura Lakes en el primero y Orlando en el segundo– han experimentado dramáticos aumentos de población en los pasados años.
En Osceola, la población que se identifica como puertorriqueña aumentó en 36% desde el 2009 hasta el 2014. En el caso de Orange, el incremento en el mismo periodo fue de 33%.
A raíz de la enorme demanda, se han disparado los costos de las rentas; los servicios gubernamentales están en riesgo de no dar abasto; algunos programas, como el Plan 8, de ayuda para vivienda, han sido suspendidos y las escuelas están sobrepobladas y confrontando dificultades para reclutar maestros que puedan atender apropiadamente a la inmensa cantidad de nuevos estudiantes cuyo idioma principal es el español, según informes oficiales y múltiples testimonios recopilados por El Nuevo Día.
Fuente: elnuevodia.com
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